Puntadas sin hilo

Muerte en la mina

Cuando salga este artículo, la noticia de esta tragedia ya no estará en los primeros lugares. Porque ¿para qué ocuparse de algo tan poco comercial como la muerte de seis mineros en la cuenca de León? Ni siquiera existe la angustia de más compañeros atrapados en las profundidades de los 500 metros y la tensa espera aireada por las radios y televisiones y los dispositivos para salvarlos. No; esto se zanjó con la muerte y el rescate de los heridos a la vez. Nada sensacional. El dolor de los familiares es el mismo de otras ocasiones. Sí, es un dolor sincero, por supuesto, conmovedor, pero ya visto. Por tanto, la noticia pasa rauda, apenas unas horas en los titulares. ¿Cómo mantenerla cuando no sabemos si Estados Unidos nos espía, la Audiencia Nacional informa que aplicará la sentencia de Estrasburgo a todos los etarras en situación similar para no alejarnos del canon de la civilización sobre derechos humanos, Catalunya se envenena, el PSOE va a arreglar el mundo en su próxima Conferencia Política, y la economía aún permanece en la UCI digan lo que digan.

Nadie tiene la culpa de lo que les ha pasado a los mineros; solo el grisú, que es traidor. No tenemos tiempo para más, no podemos perder el tiempo entre conjeturas. La mina es traicionera, ya se sabe. La mina es terrorista, pero sus muertos no son víctimas ni héroes. Es un accidente, como tantos, de la vida. No estaban secuestrados los mineros. No les dio tiempo a ponerse las mascarillas de emergencia para respirar, pero son gajes del oficio. Duro oficio, sí, pero es lo que hay y aceptan. El Estado nada puede hacer. Es una industria en declive, bastante los apoya y subvenciona, ante la atenta mirada de Europa. Otras industrias también se liquidaron, sin tanta carga sentimental. Estos mineros no tienen por qué disfrutar de privilegios con relación a otros muertos y oficios. Ni sus familiares, por mucho que esperado o inesperado sea su dolor. (Resumen del pensamiento reaccionario y acomodaticio. Un poco de pena y basta). Al entierro ni siquiera irá el Príncipe. Ni el jefe del Gobierno, si acaso el obispo de la comarca. La mina se reabrirá al día siguiente, y el peligro se olvidará nuevamente. Hasta que la Tierra vuelva a vengarse. Éste es un blog de personas que aspiran a ser decentes. Guardemos nosotros al menos unos segundos de silencio mental por estos mineros muertos, aunque no sepamos sus nombres ni hayamos visto sus caras. Lágrimas negras para ellos. Y preguntemos al Estado, al Gobierno, cuándo y cómo va a arreglar la situación de la minería. No se puede dejar que mueran sin darles salida. Porque la mina es el infierno sin fuego.

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