Puntadas sin hilo

Fabra, menos da una piedra

Con cuatro años de condena, se entra en la cárcel. Aunque, como es normal para todos los ciudadanos y salvo riesgos manifiestos, habrá que esperar a que el Tribunal Supremo resuelva el recurso que previsiblemente el abogado de Carlos Fabra interpondrá. Y en contra de lo que comúnmente se cree, el T.S. no está tardando más de dos años en sentenciar definitivamente. En este caso no cabe acudir en amparo al Tribunal Constitucional ni mucho menos al Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo. Por ello el porvenir de Fabra no es halagüeño. Como tampoco lo es el de Jaume Matas, cuyo recurso de casación debe de estar a punto de saberse si se confirma la condena impuesta por el Tribunal Superior de Justicia de Baleares o no.

Aparte le han impuesto dos sanciones de 700.000 euros, con lo que su suerte en la lotería queda mermada. Lo han absuelto de los delitos de cohecho, es decir, cobrar dinero o regalos por hacer favores desde un cargo público, y de tráfico de influencias, a no dudar por falta de pruebas constatadas. A su mujer, dos años, pena que no conlleva ingreso en prisión, de no mediar contingencias graves.

Le quedaría el indulto una vez que la sentencia sea firme, pero sería escandaloso que el Gobierno lo concediera, por muy curado de espanto que esté. Además, como decía Iñaki Gabilondo esta mañana, el Partido Popular nunca tiene la culpa de nada. Ni de los cien de sus militantes imputados en la Comunidad valenciana, ni de las docenas de también imputados en el caso Gürtel de corrupción urbanística, ni de Bárcenas ni de sus contabilidades paralelas ni de Fabra ni de nada de nada; los culpables siempre son los individuos aislados que delinquieron, nunca del Partido, a diferencia de lo que ocurría y ocurre con el PSOE como tal, que siempre lo es y lo acusan y no los roldanes ni los gal ni los filesos ni los involucrados en los EREs andaluces como individuos aislados.

Y los diez años que se ha tardado en dar salida al caso Fabra conviene señalar que no se ha tardado tanto por las presiones de Fabra como hombre fuerte y poderoso en Castellón, ni mucho menos a cobardía o indolencia de los jueces instructores, sino, en mi opinión, al trasiego normal y voluntario de jueces y fiscales, cuyas normas les permiten aterrizar en un juzgado y al cabo del año y medio solicitar su traslado a juzgados de más alta categoría que el de Nules, y es comprensible, pues, que tantos instructores lo hayan solicitado. Amén, claro, de las artimañas retardatarias pero legales de los abogados defensores de Fabra.

El hecho es que, en contra de tergiversaciones, prescripciones no habidas y opiniones derrotistas, la justicia ha llegado, y aunque no sea a gusto de todos, al menos Fabra tendrá que cargar con la piedra de la vergüenza y deshonor. La prisión le espera.

Fabra se ha apresurado a afirmar que no tiene dinero para pagar las multas. Tendrán que embargarle bienes y sueldos, pues no olvidemos que ahora es Secretario General de la Cámara de Comercio de Castellón y no creo que se le pase por la cabeza dimitir.

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