El ansia de venganza de los españoles se manifiesta en el rechazo a las sentencias benevolentes o absolutorias. Si por ellos fuera, con pruebas o sin pruebas, condenarían siempre y con sentencias muchísimo más duras y no absolverían a ningún imputado.

Pero en realidad no es un deseo personal de venganza, sino una trasposición del desencanto político. Quieren vengarse a través de los tribunales de lo que no pueden hacer en el ámbito político. Creen que el mundo político es corrupto, y si pudieran condenarían a todos sus integrantes. Esto es grave, pero más grave resulta la incapacidad política para enmendarlo, bien con leyes pertinentes, bien con drásticas medidas de prevención y castigo de la corrupción. Todo es laso, todo es justificable, y ello provoca la ira contenida de los ciudadanos. Todo les está permitido a los políticos: se pasan al grupo mixto para eludir sanciones, firman solicitudes de indulto para delincuentes confirmados, niegan, culpan al otro, envilecen la justicia y la política. Los ciudadanos no pueden hacer más que quejarse con sordina, y cuando llega la hora de las urnas no lo solucionan porque todos los que les solicitan su voto están metidos en el mismo saco connivente de la irresponsabilidad política, ya se sabe que entre los votados habrá cien, mil, corruptos futuros. Y también se sabe, saben, que la abstención no soluciona el problema.

De modo que no queda más que el deseo perpetuo de venganza expresado en repulsa hacia los tribunales y no hacia los parlamentos y organismos albergadores de delincuentes. Esto constituye uno de los más importantes fracasos de la democracia. El delincuente, el corrupto, por supuesto que es culpable. Pero también lo es, y aún en mayor grado, quien facilita la corrupción y no la evita, sino que contemporiza. España está llena de fabras, pero aún está más llena de facilitadores de la vista gorda y la comprensión. Falta implacabilidad. Por eso la tibia, aunque seguramente justa, sentencia contra Fabra no es solo contra su persona; lo es también contra quienes le apoyaron y sostuvieron y ahora reniegan de él. Lo ejemplar y lo justo sería condenarlos también a ellos de manera rotunda. Los partidos políticos no pueden ser guarida de delincuentes. Nadie es nunca responsable, y sin embargo contra ellos debería dirigirse el ansia de venganza de los españoles. Y no solo en el campo de la justicia y la corrupción. Es triste y preocupante que el desmedido abuso antidemocrático de la acción de gobierno genere en los españoles un deseo constante de venganza en todos los órdenes.

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Gota EJEMPLAR: A todo candidato a ministro o diputado y aun al propio Presidente del Gobierno, habría que someterlos a la prueba no agresiva de que saltasen la valla de Melilla antes de ser nombrados.

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Gota PREMONITORIA: Lo peor que le puede pasar a alguien es que Rajoy diga de él que es un político o un ciudadano ejemplar.

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Gota DIPUTADO HERNANDO: Ya que no ahora, por ser un pusilánime, Rajoy no se atreverá a repudiar públicamente al diputado Hernando por haber manifestado que ‘algunas víctimas del franquismo solo se acuerdan de sus padres cuando hay subvenciones’, si lo vuelve a llevar en las listas del PP para las próximas elecciones, ¿querrá decir que Rajoy suscribe tales palabras?

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Gota MALETINES: Si es cierto que UGT-Andalucía cargó a la Junta 700 maletines falsificados en Asia, es para destituirlos a todos. ¿A qué espera Cándido Méndez para aclararlo y en su caso denunciarlo en el juzgado, y, si procede, dimitir él?