Puntadas sin hilo

La revolución del cabreo

Si el cabreo tuviera consecuencias políticas, la revolución habría estallado en España hace tiempo. En mayor o menor medida todo el mundo está cabreado, disgustado, irritado con la situación, aunque en cuantía insuficiente. Nos manifestamos con cierta frecuencia y por parcelas, y todo lo fiamos a elecciones venideras, de las que por otra parte nada esperamos.

Pero entretanto el PP y el Gobierno siguen tejiendo la tela de araña de su imbatibilidad. Son más astutos, y más bordes, que la izquierda. Su capacidad de maledicencia y rebote es infinita, ¿Pillan a uno de los suyos con una cuenta opaca en Suiza? A nosotros que nos registren. ¿Europa reclama explicaciones sobre las pelotas de goma en el mar de Ceuta? Farfullan y salen enchulecidos. El PSOE da coces, pero no acierta en los objetivos. IU hace lo que puede, pero ya se sabe que puede poco, gobierna poco y propone poco, como acusa la nueva vedette socialista Elena Valenciano.

Lo preocupante es que la verdadera causa reside en que la inmoralidad política del Presidente del Gobierno se identifica con la de sus votantes. Si hace falta cambiar la ley del aborto y admitir que se puede asesinar a un feto deforme, se admite y ya no se admite, en un alarde de inmoralidad ética y oportunismo político. Si hay que cambiar ‘precipitadísimamente’ la ley de justicia universal para contentar a China, se cambia. Si hay que endurecer la ley de extranjería para poder echar en caliente a inmigrantes pobres, desvalidos y sin papeles (¿pero qué extraña y vomitiva figura es ésa de seres humanos sin papeles?), se endurece sin piedad ni mínimo respeto a los derechos humanos, y sin recordar que cuando los visigodos y los árabes nos invadieron no había fronteras pero fundaron España. Si Rato cobra 522.000 euros de pensión por el corto tiempo que ha estado en Bankia para arruinarla, aparece sonriente tocando una campanita, los cobra y se dice que el PP no tiene nada que ver en su nombramiento. Si Coca-Cola despide aun con grandes beneficios, para eso se hizo la reforma laboral, tan beneficiosa para los trabajadores. Si una pobre mujer marroquí con los famosos papeles y más de diez años en España no sabe dónde está Almería cuando la examinan, se le niega la nacionalidad. Todo es así, una inmoralidad continua, en lo grande y en lo pequeño. No hay ni una sola disposición legal que no sea una inmoralidad. Se reducen diputados autonómicos para ganar elecciones con la ley electoral que tenemos, se alteran currículos de candidatos andaluces y el tipo no se inmuta en su pretendida simpatía. Si la Iglesia ha percibido dos millones de euros más de la declaración de la renta, la norma es la norma, dicen, aunque la gente no coma.

El personal se queda en la boca abierta y el cabreo. Las eléctricas se van de España, ellas sí ferozmente cabreadas, y el Gobierno suplica en vez de asestarles testarazos contundentes, si hay que avalar a Sacyr para que termine la ampliación del canal de Panamá, se le avala en semisecreto y aunque nos cueste una pasta. Todo es un cachondeo, una triste e indignante cachondeo, una repugnante inmoralidad. Hacen lo que les sale de los cojones, ante lo único que nos queda es la revolución del cabreo, como se sabe terapia relajante pero que no cura.

Porque si no cabe la revolución violenta, si no se pueden anular todas las leyes causantes del desastre, si es imposible cambiar el sistema, si votar cada cuatro años y permanecer mientras inactivos es inútil, ¿qué perspectivas nos quedan más allá del cabreo crónico, será posible que tanto megacabreo no conduzca a ningún camino y se desperdicie política y socialmente en medio de desabridas chácharas?

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Gota NO SÉ, NO RECUERDO, NO ME CONSTA: La actitud de esta señora, esta tomadura de pelo hacia un país, sí que cabrea y conduce a hacerse directamente republicano.

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Gota HOSPITALARIA: ¿Será cierto que los pacientes del Hospital de Alicante deben llevar sus propias sábanas, mantas y toallas, como denuncia UGT?

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