Puntadas sin hilo

La Champions de la política

Cierto que son diferentes y no excluyentes, pero ¿quién creen ustedes que suscita mayor interés, la final de la Champions League entre el Atlético de Madrid y el Real Madrid o las elecciones para designar los representantes en el Parlamento Europeo? La respuesta es devastadora. Por pasión o por simple curiosidad la primera arrastra multitudes y la segunda indiferencias.

Y sin embargo, la Champions League política entre los numerosos partidos que la juegan comportan una mucho mayor relevancia para nuestras vidas. Nos jugamos la fe en Europa y, de rechazo, la fe en la política española y en la valía de los jugadores. ¿Aprobaremos o suspenderemos? ¿Seguiremos siendo un país de caverna y retroceso, jugaremos solo a la defensiva o nos desplegaremos por las alas del progreso?, ¿llegaremos a los penaltis?, ¿tendremos tirones musculares o habremos tratado con placenta de yegua nuestras políticas rodillas como ha hecho Diego Costa con la suya corporal?, ¿legitimaremos la desigualdad existente, que es la verdadera y gravísima lesión de España, por mucho que la economía mejore y Standard&Poor’s lo certifique? Los pobres, desahuciados y parados españoles no han conseguido entrada para la final, se han quedado en el vertedero del desprecio. Para ellos no hay Neptuno ni Cibeles. Gane quien gane, el árbitro de la historia continúa siendo un corrupto miserable y tendencioso. Las gradas han estado vacías y solo han resonado ecos de protestas. Y desde la televisión de los domicilios de la abstención tampoco ha habido clamor.

Inevitablemente tiene que haber cambios, bajas, fichajes, traspasos y renovación de plantillas y equipos directicos. Unos se irán a equipos extranjeros y otros se jubilarán por edad. Pronto empezará la siguiente Liga nacional de las elecciones generales, y ahí ya no valen ni lesionados crónicos ni jóvenes promesas sin confirmar. La Copa del Mundo, como Europa, fue un sueño este año inalcanzado, recibimos la herencia de la derrota. Por un momento me equivoqué y pensé que las papeletas para votar eran entradas para la final del domingo. Falsa alarma. No obstante voy a ver si me animo y me cuelo. Quiero que los míos ganen aunque sea de penalti injusto en el último minuto y necesitan que los anime. Todo es fútbol, nada en política. Todo son penaltis injustos contra los débiles indefensos, que lanzan los poderosos. No es populismo, es la realidad del estadio. Por eso quiero colarme. Estoy inquieto. No sé por qué pero tengo la sensación de que uno de los equipos-partidos es un sucedáneo del franquismo.

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