Puntadas sin hilo

Pablo Iglesias, ¡qué gran decepción!

Se le habrá subido ya el éxito a la cabeza. Le ha comunicado a Mediaset que incumplirá el compromiso adquirido y no acudirá este sábado al programa Un tiempo nuevo, de Telecinco. Ha ofrecido contestar a una sola pregunta de la presentadora desde la sede de su partido en conexión remota, es decir, en plasma, y sin otras preguntas de los periodistas del programa. Inaudito, descalificador. Eso no se puede hacer, por respeto al equipo que con seguridad lleva toda la semana preparando la entrevista. Y por respeto a la profesión periodística, él que tanto defiende que no deben existir televisiones privadas sin control, pero bien que ha ido y va a ellas, Intereconomía y Gato al agua incluidos. Con esta decisión, aparte del daño que hace a un programa que lucha por su continuidad, Iglesias pierde bastante o toda credibilidad. ¡A ver si va a tener razón el siniestro Inda, de la competencia! Su futuro ante los medios queda en entredicho, aun con la disculpa de que la decisión no es de él, sino de su equipo directivo, que, por cierto, no lo habrá consultado con las bases. Su no comparecencia le lleva a ser un político más, igual de informal, y pasa a ser casta genuina. Ni siquiera dan su versión oficial y un miembro del equipo, por muy eurodiputada que sea, se limita a decir que deben revisar sus comparecencias públicas. ¡Justo antes de ésta, que tenía comprometida! Si tiene algo que recriminar a la cadena, va y lo dice allí, sin necesidad de esta venganza infantil. Esto no es un asunto menor, esto es más gordo que lo de sus antecedentes políticos tan manidos y por lo que tanto le han atacado. Esto le descalifica como político serio. Nunca más será creíble. Había que ir y contestar a lo que Pepa Bueno y demás le preguntasen. Queda como miedoso y pusilánime. Ante el furor de Podemos, que hoy mismo cristaliza en que ya es la tercera fuerza en Catalunya y la primera en Navarra, según las encuestas fiables, muchos, muchísimos, no le darán importancia a su quebrantamiento de contrato verbal. Pero algunos ya no le creeremos ni le votaremos, porque para algunos la palabra dada está antes que el programa. ¿Por qué vamos a creer en el cumplimiento de su programa, que, parece, van a anunciar inminentemente?

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