Asuntos & cuestiones

Un mal ejemplo

Esperanza Aguirre ha reincidido en defenderse atacando con el peor de los argumentos posibles; en este caso, la dimisión de Narcís Serra, acusado de espiar a cargos públicos en 1995. Abusa la presidenta de la falta de memoria del personal y de la libertad que le otorga el espíritu acrítico de sus votantes. En efecto, el señor Serra dimitió siendo vicepresidente del Gobierno. El escándalo arrancó cuando se descubrieron escuchas ilegales a miembros de HB.
No es el momento de entrar a valorar lo que le dolió a la derecha española la vulneración de los derechos fundamentales de la formación abertzale para la que más tarde pedía ilegalización y cárcel. La traca final se montó con la aparición del llamado Informe Crillón. Un dossier elaborado por una agencia de detectives que investigó la labor de Mario Conde cuando era presidente de Banesto, en un momento en el que, con la ayuda de unos colegas, estaba llevándose la pasta del banco a camiones.

La cosa se puso fea y el señor Conde mandó a su abogado a la Moncloa para intentar chantajear a Felipe González. Un angelito, vamos. Cuando se intervino Banesto, el agujero que había creado el señor Conde con sus prácticas fraudulentas ascendía a más de 3.700 millones de euros.
Como decía, dimitió el señor Serra por este lío antes de que la Justicia entrara en el asunto. Más tarde, los jueces le dieron la razón, entendían sus señorías que un ser tan peligroso debía ser investigado y que aún se quedó corto en el control del delincuente. Si doña Esperanza, ahora que cita el caso, tuviera la honestidad y el grado de responsabilidad política que en su día tuvo el señor Serra, ya se habría ido a su casa, llevándose de paso al resto de coleguillas implicados. Pero ella, como los suyos, goza de impunidad moral.

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