Asuntos & cuestiones

Hablando en plata

Cada día aparece un nuevo caso de corrupción. A uno le recuerda ese viejo dicho de que cuando alguien debe un millón tienen un problema, pero cuando debe mil millones, el problema lo tiene el banco. El sistema democrático tiene un problema, y doble.
El primero es que se está instalando en el horizonte un nuevo elemento, una erupción volcánica que crece y crece alterando la línea que definía el paisaje. En una semana, ese accidente geográfico se convertirá, simplemente, en una característica más de nuestro entorno y dejará de enviar señales de alarma a nuestra corteza cerebral.

El segundo es semántico. No se llama a las cosas por su nombre y con ello se confunde al distinguido público que asiste atónito a un espectáculo donde los próceres de la patria rebajan su criterio moral a cotas que corresponden a delincuentes, patibularios, malhechores. Se insiste en que no debe hacerse una causa general del tema y, mientras se reclama al ciudadano una mirada selectiva para la que no está capacitado, el empeño que deberían dedicar en separar la mala hierba lo emplean en encubrir, difamar y entorpecer las investigaciones.

Aznar anuló la Fiscalía Anticorrupción alegando que ya no era necesaria. Llega el momento de poner nombre a esta derecha que todavía levanta la cabeza para dar lecciones de ética a los demás: son una banda de chorizos. Los que roban y los que ejercen de portavoces para intentar con sus soflamas eclipsar una realidad injustificable. También los jefes que los exhiben en plazas públicas y los abrazan para cubrirlos con el manto de la impunidad. Si la Ley de Partidos tuviera algún sentido sería poner en orden a esta chusma.

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