Asuntos & cuestiones

Matones

Rara vez coincido con Nicolas Sarkozy, pero esta vez tengo que reconocer que no pudo estar más acertado cuando, al referirse a las acciones de protesta que se libran en las calles de Francia, dijo: "El matonismo no tiene cabida en la democracia".
Pocos han intuido en estas palabras un ejercicio de autocrítica nada común entre los altos mandatarios, pero todo apunta a que, tras un pequeño traspié de crueldad y prepotencia primermundista –acosando a los gitanos rumanos y expulsándolos en masa de su país como en los buenos tiempos de la Europa de las deportaciones–, ha caído en la cuenta de que los chulos de lenguaje patibulario que basan la razón en el tamaño de los testículos como argumento supremo deben estar excluidos de cargos de responsabilidad en una democracia.

Es probable que durante una pesadilla se haya encontrado cara a cara con el joven Sarkozy que, siendo ministro, se enfrentó a las revueltas callejeras de jóvenes marginales afirmando con rotundidad: "Voy a acabar a manguerazos con la chusma de esos barrios".
En efecto, tan sólo el hecho de pronunciar esa frase característica del matón de taberna, que le sitúa por debajo de la "chusma" a la que alude, debió inhabilitarle para el ejercicio del ministerio que ostentaba. Lejos de eso, la catapulta populista que enaltece los discursos chulescos, xenófobos y sexistas le elevó a lo más alto: la derecha francesa descubrió en él a su nuevo mesías.
Estoy contigo, Nicolás, en este acto de contrición: los matones como tú son incompatibles con la democracia.

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