Asuntos & cuestiones

El imperio de los presuntos

Ahora resulta que el líder de la derecha valenciana –famoso por consentir, sin que hasta la fecha haya dicho o hecho nada por justificarlo, la derivación de millones de euros hacia tramas corruptas que no perdonan en el pase del cepillo ni la visita del Santo Padre para reivindicar el valor de la familia– se reunió con la cúpula de su Gobierno para formar con fondos públicos un partido de desgaste a la oposición que más tarde fue decisivo en alguna moción de censura.
Uno cae en la desesperanza en la medida en que, cuantas más fechorías salen a la luz, más suben en intención de voto. En las últimas elecciones, incrementaron su presencia prácticamente en la totalidad de las circunscripciones en las que sus cargos estaban procesados por trincar.

Esta fascinación de su votantes por el robo organizado es preocupante porque, en el colmo de la desvergüenza, sostienen la teoría de que son las urnas las que legitiman la condición moral del candidato, por lo que, una vez absueltos por el pueblo, continúan haciendo desaparecer recursos de las arcas mientras critican el despilfarro de las administraciones públicas cuya gestión traspasan progresivamente a manos privadas. Es un proceso lógico: al convertir los servicios públicos en negocios adjudicados de forma truculenta, se ahorran el hurto, obtienen el beneficio por la vía de la iniciativa empresarial.
La Justicia no parece colaborar en exceso para poner orden en esta especie de mimetismo entre partido político con voluntad de gobierno y banda organizada para delinquir.
Bienvenido, Berlusconi.

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