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El titiritero que nos enseñó las ventajas de la integridad

Consultada una ex ministra de Educación sobre su pasado de izquierdas cuando ejercía su cargo en el anterior Gobierno, de extremo centro, respondió que había sufrido "la evolución lógica". Se refería a que lo lógico es que uno sea contestatario cuando es joven, reivindique la igualdad, la libertad, la justicia, en fin, esas cosas utópicas características de la inconsciencia adolescente, pero que se vuelva de derechas en cuanto la clase dirigente le tienda la mano, momento en el que uno debe trabajar para incrementar los privilegios de los que ya lo tienen todo. Es lo inteligente, eludir debates estériles y medrar.

Otros no establecen un paralelismo entre el ascenso social y la negación de aquello en lo que creen. Siguen indignándose ante la barbarie, la crueldad, el abuso... Es una vida que desgasta, agota por la vileza de los que están dispuestos a todo, a terminar con todo, con tal de llegar al poder.

Descorazona la voracidad infinita de los ambiciosos, la dureza de su desprecio, la negación de la evidencia, el secuestro de la verdad. Pero la dignidad da un sentido a la existencia insustituible. Por eso, ese hombre que heredó la voz de Júpiter nos emocionó siempre, sin proponérselo. Porque era íntegro. Hasta el final. Hasta el día en que llegó a la Puerta del Sol de Madrid en silla de ruedas y con la ayuda de sus compañeros se puso en pie y frente al micrófono gritó: "No a la guerra".

Ellos tienen muchas cosas, Fernando, pero tu portentosa imaginación y sabiduría no llegaron nunca, ni remotamente, a imaginar lo mucho que te queremos, porque ahora que todo se compra y se vende, nos has enseñado que existe mundo mejor, en cada uno. Aprenderemos a decir: "A LA MIERDA".

Dicen que te has muerto, yo no me he enterao.

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