Asuntos & cuestiones

El síndrome de Estocolmo

Los acampados en la Puerta del Sol piden que no se les excluya de la sociedad. Si no se les ofrece ninguna oportunidad de participar y –lejos de buscar soluciones– se endurecen las reglas del juego universalizando la contratación temporal, rebajando los salarios y las indemnizaciones por despido al tiempo que se les obliga a contemplar el despilfarro de lo público y la tolerancia social, política y judicial con la corrupción, tendrán que manifestar su opinión y, claro está, no será muy entusiasta con este sistema decadente que poco o nada aporta a sus demandas. De momento, la máxima preocu-

pación no parece focalizarse en el fondo de la cuestión, sino en el orden público, en cómo se les quita de en medio. Para los medios de comunicación de la derecha la cuestión es sencilla: a palos. Para la castiza y jocosa presidenta de Madrid, récord histórico de votos, la protesta está bien siempre que se sitúe en la puerta de la Moncloa, ya que ella no tiene nada que ver con eso que se cuestiona.
Otros acuden a votar y castigan al PSOE con argumentos suficientes, mientras premian la gestión de las comunidades y ayuntamientos donde la corrupción, el racismo y las actitudes antidemocráticas son más sangrantes. Estos votantes se quejan del paro y la crisis provocada, por cierto, por los magnates de la especulación financiera que sacan la cara del capitalismo más salvaje, y como respuesta se entregan a sus brazos y, de paso, nos entregan a los demás. Triste manera de humanizar el sistema regalando alas a la crueldad impune.

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