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Adolfito, ¿dónde estás?

Dicen las noticias que una señorita llamada Unity Milford mantuvo un romance con Hitler. Por lo visto, no hacía honor a su nombre (unidad), sino que era más bien dispersa, pues también anduvo con Himmler, Goering, y Goebbels. Desde luego, en esas tertulias, mucha discrepancia ideológica no debía de haber, debían de ser veladas de autofelación donde la técnica contorsionista prevalecería sobre la dialéctica. Ante tan extravagante panorama, la señorita Unity estaría de estupefacta oyente a la espera de que alguno de aquellos marciales muchachos la cuadrara y la pusiera mirando hacia la esvástica. La cosa debió cuajar porque dicen que Unity pudo tener un hijo de Adolfo. Miles, replican malas lenguas. Sin ir más lejos, el viernes pasado se suspendió una conferencia de un señor británico, de ésos que prueban que el "holocausto judío" no existió y que las víctimas se quejan de vicio ya que eran huérfanas de ¿"nazimiento"?

El caso es que, en cuerpo o en alma, muchos se han reencarnado en alguno de estos fenómenos del pensamiento, especialmente en el señor Goebbels, autor de la célebre frase: "Una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad". Aquí hay un diario que no creo que lleve las mil portadas que marca la norma gobeliana sobre un mismo tema, pero debe estar rondando la cifra.

Lo peor no es que la mentira se convierta en verdad, sino que alguien la haga suya. Eso le debió pasar a Unity, porque acabó con un pifostio mental del calibre de la bala que se metió en la cabeza el día que Inglaterra, "su patria", declaró la guerra a Hitler".

Aquí salió la sentencia del 11-M y no pasó nada, luego todos, también ellos, debían saber que la famosa teoría de la conspiración no era más que una patraña para estercolar la finca.

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