Balagán

Elecciones en Egipto

No puede decirse que las elecciones parlamentarias egipcias, cuya segunda vuelta tuvo lugar el domingo, hayan sido plenamente democráticas. Más bien al contrario, la apabullante victoria del Partido Nacional Democrático, del presidente Hosni Mubarak, se produce después de forzar la retirada y el boicot de los Hermanos Musulmanes, que constituyen la única alternativa de gobierno seria, y después de innumerables irregularidades.

En general, los medios de comunicación internacionales liberales hacen campaña en favor de los grupos liberales egipcios. Pero en Egipto los grupos liberales suman en total cuatro gatos, ni siquiera cinco, y cada individuo liberal no representa ni a su propia familia. Los escasos liberales egipcios, con el apoyo de numerosos liberales occidentales, quieren establecer un Estado verdaderamente democrático en las riberas del Nilo. Sin embargo, para que la democracia funcione, es necesario un nivel económico, cultural y social que no se da en Egipto, y probablemente tampoco en el resto del mundo árabe.

En estas circunstancias, la opción democrática sencillamente no existe. Algunos liberales europeos sostienen que ha llegado el momento de permitir que los islamistas tomen el poder, porque probablemente respetarán las normas democráticas. Sin embargo, no tenemos precedentes en este sentido. Sabemos que el gobierno de Mubarak no es plenamente democrático, pero no sabemos qué harían los Hermanos Musulmanes si accedieran al poder. Simplemente no hay precedentes.

El caso de Irán, donde los islamistas tomaron el gobierno mediante una revuelta, es paradigmático. No se permiten candidaturas que no acepten los principios de la revolución islámica. En Gaza está Hamas, pero los fundamentalistas palestinos tampoco han demostrado una inclinación democrática significativa. En este contexto, el riesgo que correría Egipto bajo los islamistas es muy grande, y podría sentar precedentes para otros países de Oriente Próximo. Al menos esto parece pensar Mubarak cuando les cierra las puertas de las urnas.

Las opiciones están claras. Por una parte tenemos un gobierno que puede compararse más o menos con una dictadura blanda y que persigue al islamismo radical. Y por otro lado tenemos a unos islamistas cuyas verdaderas intenciones no conocemos, aunque sospechamos que perseguirían con denuedo a los no islamistas. Y hay que elegir entre unos y otros. No hay término medio.

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