Algunos líderes de Hamas han expresado su disgusto por la muerte de Osama bin Laden, y el primer ministro israelí, Binaymin Netanyahu, no ha tardado en aprovechar la ocasión para preguntar "¿Cómo es posible hacer la paz con quienes apoyan a Bin Laden?". Netanyahu, y los israelíes en general, aprovechan cualquier ocasión para justificar su negativa a salir de los terrritorios ocupados.

Tras el argumento de Netanyahu y muchos otros dirigentes israelíes se esconde el deseo de no negociar y es natural que estos dirigentes aprovechen cualquier pretexto. Lo que no es tan natural es que la comunidad internacional les haga el juego y les permita la expropiación constante de las propiedades palestinas, un año tras otro y una década tras otra.

Es cierto que hay palestinos que han lamentado la muerte de Bin Laden, pero creo que esto obedece al principio de que el enemigo de tu enemigo es tu amigo, y no a que sientan realmente simpatía por lo que Bin Laden representa. Lo mismo puede decirse de los palestinos de los años treinta y cuarenta del pasado siglo, cuando los hubo que sintieron simpatía por Hitler, precisamente en otro momento en el que los judíos de Palestina estaban echando a los palestinos de su patria ancestral. No creo que en aquellos años los palestinos apoyaran realmente la política de Hitler, sino, como ahora, su simpatía se dirigía al enemigo de su enemigo.

La lección primera que se sacará del asesinato de Bin Laden es que el radicalismo se mantendrá porque sus causas no se afrontan. Y una de la principales causas es la ocupación israelí. Tal vez esta cuestión no tenga la culpa de todo lo que ocurre en Oriente Próximo, pero sí que tiene una gran parte de la culpa. Y lo más triste es que Obama ha intentado solucianarla y los israelíes le han dado la espalda.