Balagán

Manos rotas

Ali Farzat, que acaba de cumplir 60 años, es un humorista sirio popular y admirado en el mundo árabe. Sus caricaturas políticas las publican muchos medios de la región. En los últimos meses ha dibujado caricaturas críticas con el presidente Bashar al Asad. Pues bien, un grupo de personas armadas lo detuvieron ayer, lo sacaron de su coche en la céntrica plaza de los Omeyas de Damasco, le propinaron una paliza y le rompieron las manos, dejándolo todavía vivo en la cuneta de la carretera del aeropuerto.

Nadie sabe quiénes fueron los que llevaron a cabo la acción, aunque es fácil imaginarlo. El régimen se siente cada día más amenazado y una persona tan reconocida como Farzat ha pagado por su osadía. Quizá la próxima vez le cueste la vida.

Efectivamente, el régimen se siente amenazado por todas partes y las caricaturas de Farzat, que se ven en muchos países, no redundan en beneficio de la imagen de Asad. Lo que le ha ocurrido a Farzat muestra las limitaciones que tienen las promesas de apertura y reforma que el rais ha formulado en los últimos días.

La credibilidad que merecen esas promesas es prácticamente nula. Asad ya prometió reformas cuando sucedió a su padre en el año 2.000, y lo hizo por iniciativa propia, pero enseguida se dio cuenta de que si introducía en la sociedad lo que había prometido, significaría el final del régimen, y apresuradamente dio marcha atrás.

Ahora es la sociedad la que se lo exige, o tal vez una parte de la sociedad, pero estamos en las mismas. De llevarse a cabo las reformas que teóricamente él impulsa, se hundiría el partido Baaz y con él el régimen completo.

Otra cosa distinta es vaticinar quién saldrá ganador y si el pueblo sirio se beneficiará. Esta es una cuestión abierta y se permiten las apuestas.

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