Balagán

Irak

En apenas cuatro días han muerto más de 170 iraquíes como consecuencia de la violencia que asola al país, que ha alcanzado niveles muy altos y es endémica, es decir se produce a diario.

Han transcurrido diez años desde la invasión americana y dos desde que las tropas estadounidenses dejaron Irak, pero lejos de lograrse la calma, la situación va de mal en peor, sin que se sepa con exactitud cuantos millares de personas han muerto y cuántos millones se han exiliado o han resultado desplazadas.

El primer ministro Nouri Maliki acaba de hacer un llamamiento a la paz, pero desgraciadamente la violencia está tan enquistada que las palabras de Maliki seguramente tendrán esta vez tan poco efecto como en el pasado.

Según Maliki, la última oleada de violencia tiene su origen en Siria, aunque esto es difícil de justificar puesto que los ataques y atentados sectarios nunca se han detenido en Irak desde la invasión de 2003.

Es cierto que en Siria los extremistas -así como el sectarismo- son cada vez más fuertes y cuentan con el apoyo financiero de algunos emiratos del Golfo, principalmente Qatar, pero hay que tener presente que cuando no había comenzado todavía la guerra civil en Siria, en Irak ya se mataban entre sí a destajo, especialmente sunníes a chiíes.

La situación en Oriente Próximo es ahora más precaria que nunca, y la intervención extranjera la ha agravado. Irak y Siria son vivos ejemplos de que quienes pensaban exportar la democracia a la región por arte de magia han fracasado estrepitosamente, aunque insistan en ello y no den su brazo a torcer.

En Egipto cada vez grupos más numerosos echan de menos a Hosni Mubarak. El presentador de un programa de televisión egipcia reconocía esta semana pasada que con Mubarak había mucha corrupción, para destacar inmediatamente que ahora aunque quizá no haya tanta corrupción, hay más violencia, menos trabajo, más carestía, más escasez y más precariedad.

El proceso egipcio no ha hecho más que empezar y ya veremos a donde conduce.

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