Balagán

La revolución del 25 de enero

El mes que viene se cumplirán cuatro años de la llamada Revolución del 25 de enero, cuando comenzaron las protestas que 18 días después acabaron con el régimen del presidente Hosni Mubarak.

Entonces se vivió un proceso complejo que tuvo mucho de revolucionario y que en Occidente se vio como un cambio radical que se bautizó triunfalmente con el nombre de "Primaveras árabes".

Pero en los últimos meses Egipto ha sido gobernada con mano de hierro por el ahora presidente Abdel Fattah al Sisi, un militar que desarrolló toda su carrera a la sombra de Mubarak, y que dio un golpe de Estado y depuso al presidente islamista Mohammed Morsi.

En un primer momento, tras el golpe, las potencias occidentales guardaron las apariencias pero a estas alturas ya está claro que Sisi cuenta con el respaldo de las democracias occidentales.

Durante los últimos meses, es decir desde que asumió el poder, en junio pasado, Sisi ha aprobado una serie de decretos que no han sido ratificados por el parlamento, por la sencilla razón de que el parlamento está disuelto.

Las cárceles egipcias están abarrotadas. Cientos de menores están en prisión, a menudo durante meses, por el simple hecho de haber participado en protestas callejeras ilegales. Todas las protestas de la oposición son ilegales.

La única oposición que existe es la de los Hermanos Musulmanes, que son perseguidos sin contemplacione. Su dirección está en prisión y algunos de sus seguidores son los únicos que se atreven a salir a la calle para protestar.

Mediante decretos, el presidente Sisi ha dotado al ejército de poderes excepcionales.

Toda la oposición laica a Mubarak que en enero y febrero de 2011 llenó la plaza Tahrir sin interrupción día y noche ha desaparecido. Sencillamente se la ha tragado la tierra.

La inmensa mayoría de los egipcios parecen resignados a las condiciones actuales. Prefieren la calma impuesta desde arriba a la incertidumbre que representaría una alternativa. Piensan, como decía Goethe, que "la injusticia es preferible al desorden".

Mientras tanto, Sisi continúa atando con fuerza los cabos sueltos. De hecho prácticamente ya no quedan cabos sueltos. Las protestas de los islamistas son tratadas sin miramientos por las fuerzas de seguridad y lo mismo se hace con las voces discordantes.

Cuatro años después, el régimen de Sisi es, sin duda alguna, más autoritario que el de Mubarak.

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