Balagán

El cascabel y el gato

El presidente de Israel, Reuven Rivlin, ha condenado en Facebook el asesinato de un niño palestino de 18 meses en el pueblo de Duma, al norte de Ramala, que murió cuando aparentemente unos colonos judíos arrojaron varios cócteles molotov contra la vivienda donde dormía su familia en la madrugada del viernes.

Rivlin manifestó que "las llamas del odio y la violencia se han infiltrado en nuestro país".

Desde entonces las críticas y amenazas contra Rivlin se han multiplicado en Facebook. Se le ha llamado "traidor", "presidente de los árabes", y cosas peores, y ha recibido amenazas. Ayer la policía israelí decidió abrir una investigación.

Unas horas antes, el jueves, un hombre ultraordoxo hirió con un cuchillo a seis personas que se manifestaban en Jerusalén en la marcha del orgullo gay. Una joven de 16 años herida por el agresor murió ayer.

Este incidente también ha sido muy comentado en las redes sociales y su autor ha sido defendido abiertamente por numerosas personas. En Facebook se ha leído que es una lástima que solamente hubiera herido a seis en lugar de haber matado a 5.000, y otras lindezas por el estilo.

Ciertamente, las llamas del odio y la violencia han prendido en Israel, pero sería un error considerar esos dos sucesos como hechos aislados, o que esas llamas acaban de prender.

La abundancia de condenas y contracondenas de los últimos días prueban que una parte de la sociedad favorece este tipo de ataques, especialmente el ocurrido en el pueblo de Duma.

El viernes, la OLP difundió una interminable lista que contenía centenares de incidentes cometidos por los colonos contra los palestinos en los territorios ocupados desde el mes de enero. Incidentes que se producen a diario, y a veces muchos cada día.

Estos incidentes, en su inmensa mayoría, no suscitan ninguna condena de las autoridades israelíes. Y si el de Duma ha sido condenado es probablemente a causa de la repercusión internacional que ha tenido.

La Unión Europea ha pedido al primer ministro Netanyahu que tenga "tolerancia cero" con respecto a la violencia de los colonos. Sin embargo, a estas alturas no parece que Netanyahu pueda frenar un fenómeno que durante años ha sido impulsado por los sucesivos gobiernos hasta convertirse en un monstruo fuera del control de las autoridades.

Las llamas del odio y la violencia no han prendido ahora porque prendieron hace mucho tiempo. La comunidad internacional ha preferido ignorarlas y nada indica que ahora vaya a cambiar de actitud.

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