Balagán

Ben Salman y Turquía

En la gira que el príncipe heredero saudí, Mohammad ben Salman, ha realizado por Egipto y el Reino Unido han quedado claras algunas cosas de gran trascendencia para Oriente Próximo.

En El Cairo, Ben Salman ha dicho que hay un triunvirato del mal que forman Irán, Turquía y los grupos islamistas radicales.

Es cierto que Ben Salman está cambiando algunas cuestiones tradicionales en su país, permitiendo por ejemplo que las mujeres saudíes dispongan de derechos elementales que históricamente no se les ha concedido, y esto es una indicación positiva.

Naturalmente, permitir que las mujeres acudan a actos públicos o puedan conducir un coche, es algo positivo, pero el camino que queda por recorrer es muy largo, y esos gestos son insuficientes para los tiempos que corren.

Sin embargo, la política exterior que impone Ben Salman, en su condición de hombre fuerte de Arabia Saudí, no es aceptable.

En el Reino Unido, Theresa May ha defendido esta semana la política del Reino Unido con respecto a ese país, y unas horas después se ha anunciado la firma de un precontrato multimillonario de venta de armas.

Las potencias occidentales podrían hacer mucho más en Oriente Próximo si no se dedicaran con tanto empeño a vender armas que después se utilizan en los conflictos de la región, como Yemen o Siria.

Es verdad que esos contratos militares proporcionan cientos de miles de puestos de trabajo a Estados Unidos, el Reino Unido y Francia, pero su coste humano es enorme e impide el desarrollo de los países de Oriente Próximo.

La política exterior saudí está orientada en sintonía con las fuerzas reaccionarias de Oriente Próximo, no solo en Yemen, sino también en Qatar o en Siria.

Cuando Ben Salman señala a Turquía como una fuerza del mal, se alinea con Egipto e Israel en este asunto. Riad no tiene conflictos directos con Turquía, pero la política exterior de Riad se ha convertido en una extensión de la política exterior de Israel, algo que también se percibe en el caso de Egipto.

A cambio, los saudíes y los egipcios reciben un tratamiento favorable en Estados Unidos.

Eso, y no otra cosa, explica la acusación de Ben Salman a Turquía.

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