Una china en el zapato

Lo moderno y lo comercial

     Comprar nunca es una decisión racional. En el juego del consumo uno no se compra unos pantalones para taparse las piernas sino por un millón de otras razones. Julio Anguita, entrevistado el domingo por El follonero, dejó claro que no le gusta ese juego. La entrevista se grabó en su casa y Évole no desaprovechó la oportunidad de aludir a la humildad del escenario en contraste con las mansiones del programa que la sexta emite a continuación: "No es usted muy comercial", le dijo.

     En un mundo donde lo que importa es que el envoltorio brille mucho, sería muy fácil bromear con la austeridad pasada de moda de algunos políticos de izquierda, que utilizan la palabra sin diseño ninguno. Por eso su discurso puede sonar antiguo, aunque el contenido esté a la última: decir que sería conveniente crear una banca pública o regular los mercados no puede ser más moderno. Los dos partidos mayoritarios dominan mejor la mercadotecnia, se ofrecen como accesorios que no piden ni ser entendidos como objetos funcionales ni mucho menos pretenden desasosegar a nadie. Son dos imágenes, dos looks del mismo catálogo. Su "modernidad" de diseño sí que empieza a sonar antigua.

     Hasta la denuncia medioambiental se confunde con el marketing y ya cansa: el hotel hecho de basura instalado en la plaza de Callao durante el pasado fin de semana resultó ser un monísimo habitáculo vintage, con provisiones de cerveza fría para amenizar la noche. Se trataba de denunciar la suciedad de las playas. Desde luego, al instalarse en pleno Madrid, no había peligro de que las chapas de las Coronitas que promocionaba el evento cayeran en la arena.

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