Después de haber visto el estupendo SALVADOS ultraortodoxo judío de anoche, me lancé sin red al lodo cantarín de la nueva (¡décima!) edición de OT en Telecinco; un lodazal donde no pienso revolcarme de más, ni andar analizando los gorgoritos o el estilismo atroz de los participantes. Prefiero pasar de puntillas (las de FAMA, no las de los saltos de cama de las velinas de Berlusconi); usar el barro para embadurnarme la cara, hacerme una mascarilla y dejar que se seque para hablar entre dientes y preguntarme qué sueños son esos que manifiestan los participantes de este año que, sin duda, habrán visto cómo sus predecesores se dedican a hacerle los coros a Maritere Campos en su programa de los fines de semana.

¿La música es su vida? Pobres... Seguro que también es la de Fernando Argenta, y míralo ahí, de jurado en OT (de Rafa Sánchez, de 'La Unión', prefiero no hablar, que se me resquebraja la arcilla facial de la risa).

Dizque OT que este año regresa a sus raíces (comestibles, supongo), tira de nueva presentadora (empática, enfática y trastabillada Pilar Rubio) , recupera a Nina (autora de la mítica frase "Controlando pero fluyendo") y hasta cuenta con profesores de técnicas de promoción online para los alumnos. Da igual. El bodrio es inevitable. Y, lo que es peor, el casting apesta a juego fácil del 'quién es quién'; opta por una falsa diversidad que no es más que un filón para chistes fáciles en redes sociales (entre las que habría que incluir el tramado de programas de Telecinco que, a partir de hoy, se alimentarán del concursito). Y esto no ha hecho más que empezar...