Buzón de Voz

Lo han atado mal

Cuentan que Franco lloró y se encerró a rezar en la capilla de El Pardo cuando le comunicaron que Benito Mussolini había sido ejecutado junto a su amante, Clara Petacci. Como no existe la menor constancia de una profunda amistad entre ambos dictadores, ni mucho menos una relación de confianza entre el Caudillo y la Petacci, cabe suponer que la reacción de Franco respondía más al miedo que al dolor. Corría el mes de abril de 1945 y no pintaban oros para los aliados de Hitler. Para todo un Generalísimo, enterarse de que un grupo de partisanos era capaz de detener al Duce y someterlo a torturas y vejaciones hasta la muerte tuvo que provocarle algún acceso de pánico. El maquis aún disparaba en los montes.

Pero el aspecto de este suceso que mejor retrata a Franco es la escena que relata Indro Montanelli en sus Memorias. Pasados un par de días, y superado el shok inicial, alguien le mostró al Caudillo la foto de Mussolini colgado cabeza abajo. La escrutó largo rato con una lupa y, finalmente, comentó lacónico: "Lo han atado mal".  Se ve que ya de joven andaba obsesionado por dejarlo todo "atado y bien atado".

Cuando se aborda el complejísimo laberinto vasco, parece imposible dejar algo bien atado. Ni las operaciones judiciales contra la banda, ni las negociaciones con ETA, ni los análisis sobre lo que pretende o no en el futuro el mundo de Batasuna. Ni siquiera el Partido Popular consiguió atar bien su estrategia de oposición al proceso de paz iniciado por Zapatero, como se viene demostrando en los últimos meses. Vayamos por partes.

‘Garzón Ness’

El espectacular golpe de anteanoche a la cúpula de la llamada izquierda abertzale no es el primero que capitanea Baltasar Garzón. En febrero de 1997, ordenó las detenciones de todos los integrantes de la Mesa Nacional de Herri Batasuna por no haber acudido a declarar sobre la emisión y distribución de un vídeo elaborado por ETA durante la campaña electoral de 1996. El Tribunal Supremo condenó a 23 dirigentes a siete años de prisión y multa de 500.000 pesetas por colaboración con banda armada. El 20 de julio de 1999, el Tribunal Constitucional anuló aquella sentencia y todos los miembros de HB fueron excarcelados. Lo celebraron como un triunfo sobre el Estado español. No parecieron percatarse de que lo que había triunfado era precisamente el Estado de Derecho, la democracia, que no permite actuaciones que ignoren la ley y que se rige por la presunción de inocencia mientras las pruebas acumuladas no demuestren la culpabilidad del acusado.

Aún no conocemos detalles suficientes para vaticinar si los 23 detenidos el jueves en Segura (Guipúzcoa) podrán ser condenados por delitos relacionados con el terrorismo. Presuntamente se habían reunido en un local social de ese ayuntamiento guipuzcoano para realizar una especie de traspaso de poderes entre la vieja y la nueva guardia del brazo político de ETA. Tres días antes, en este mismo periódico habíamos aportado información sobre los procesos judiciales abiertos contra la cúpula de Batasuna. Fuentes gubernamentales y jurídicas aseguraban que, antes de marzo, toda la dirección abertzale estaría entre rejas. Una vez más, Garzón se ha adelantado a los pronósticos.

Entre aquella operación de 1997 y la de anteayer median dos treguas de ETA, negociaciones con dos gobiernos distintos, un Pacto Antiterrorista que consiguió debilitar políticamente a la banda y algunas reformas legales que permiten augurar un resultado más negro para Batasuna. Al margen de la habilidad que Baltasar Garzón ha demostrado para hacer coincidir espectaculares decisiones judiciales con momentos de una sensibilidad política muy especial, hay que reconocer que este Elliott Ness a la española siempre ha sostenido que la única forma de acorralar a ETA es considerar todas sus ramificaciones como una telaraña tejida por el mismo bicho. Y en esa línea sigue. Si no encuentra bombas o metralletas, habrá facturas, empresas, emails... que permitan atar lo que Garzón siempre ha defendido: ETA es un entramado con una dirección colectiva que ejerce el mando sobre los distintos brazos del monstruo, entre ellos, Batasuna.
Si damos por cierto que el sector más extraterrestre de la banda (porque lo de duros y blandos ya suena a broma cuando todos ponen bombas) impuso su decisión de romper la tregua, parece coherente que la consecuencia en Batasuna sea paralela: se está producienco una renovación en el brazo político. Una de las incógnitas significativas de la noche del jueves era saber si alguien de la ficticia ANV se encontraba en la reunión secreta de Segura. Ayer confirmamos que no. Serán presuntos terroristas, pero no idiotas, y siguen contando con asesores legales de alto nivel.

La estrategia

La frustración del proceso de negociación con ETA, y especialmente aquella optimista intervención de Zapatero en vísperas de la voladura de la T-4, también puso un chorro de luz sobre otras junturas mal atadas. Nadie puede negar que desde el Gobierno se crearon unas expectativas que la cruda realidad se encargó de ridiculizar. Pero el propio regreso a la actividad criminal desveló nítidamente la hipocresía de la estrategia de oposición del Partido Popular. Desde el sentido común, y sin un solo dato que demuestre lo contrario, no se puede sostener que Zapatero se arrodilló ante ETA, cedió Navarra, concedió la autodeterminación de Euskadi y estuvo dispuesto a romper España en trocitos.

El PP no ató bien su estrategia de oposición. Desde la ruptura de la tregua, la actuación policial y judicial ha sido exitosa, eficaz e irreprochable hasta el momento. Antes de que se produjera, Mariano Rajoy hizo aquel solemne anuncio en el Congreso mirando a los ojos a Zapatero: "Cuando acabe la fiesta y se apaguen las luces, sólo yo estaré a su lado". Se acabó la fiesta y el PP se quedó sin una de las principales herramientas de desgaste del Ejecutivo. Pero Rajoy sigue ubicado donde estaba en tan delicado frente. Entre Ibarretxe, unos cuantos grupos radicales y diversos altavoces de la derecha más reaccionaria han conseguido resucitar para el PP el mensaje electoral con el que parece que más disfruta: esto es el caos. Hasta el Rey es puesto en solfa. ¿Tendrá esta vez Rajoy atada y bien atada esa estrategia?

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