Buzón de Voz

A pesar de todo eso, levántate y vota

Es verdad. Sobran motivos para quedarse en casa. Ni los partidos políticos ni los intelectuales de izquierda o derecha ni los intermediarios mediáticos han sido nunca capaces de transmitir a la ciudadanía la importancia de participar en unas elecciones al Parlamento Europeo. Quizás los ciudadanos, cuya suma en el sentido común es siempre superior a la inteligencia individual del político, el intelectual o el periodista, castiguen con el desinterés la construcción de una Europa que no les gusta. No debe servir de consuelo que la misma atonía afecte a los otros 26 miembros de la Unión Europea, en distinto grado, pero en torno a una media de un 65% de abstención.

Sin duda son los partidos y los gobiernos los principales responsables del desapego. Y muy especialmente los partidos mayoritarios. La oposición suele empeñarse en utilizar los comicios europeos como campo de entrenamiento o consolidación de una alternativa interna al Gobierno de turno. En el caso de este 7-J, la derecha incluso va más lejos. Ha empleado todas las armas posibles en movilizar a su electorado y en desmotivar a las bases de la izquierda, porque el PP pretende hoy una victoria contundente de la que salgan tres interpretaciones: que ha ganado la primera vuelta de las próximas elecciones generales, que Mariano Rajoy consolida su débil liderazgo interno y que las urnas lavan todas las sospechas de corrupción que afectan a decenas de dirigentes del partido. Esta última tentativa es una verdadera aberración, pero no existe el pudor para quien tiene por costumbre actuar con absoluta impunidad.

El PSOE habría preferido lógicamente hablar más de Europa y menos del paro en España; más de la sintonía entre Zapatero y Obama y menos del uso de aviones oficiales en viajes de partido. Pero ha hecho una campaña a la defensiva, demasiado guiada por el intento de explicar las causas globales de la crisis y por hacer visible la falta de soluciones por parte de la derecha.

Por responsabilidad

A pesar de todo esto y de muchos motivos más, es obvia la necesidad individual y colectiva de comprometerse con Europa y tomarse la molestia de acudir a las urnas. ¿Por qué?

Para empezar, por una mínima coherencia y gratitud con el pasado y con las posibilidades de futuro. Algunos quizás piensen que las autovías que cruzan España de sur a norte y de este a oeste han surgido por esporas, así que conviene no olvidar que buena parte del gigantesco progreso que este país ha experimentado en los últimos veinte años se debe a la ayuda económica de la Unión Europea. Algunos sostienen que el Parlamento de Estrasburgo no sirve para nada, pese a que hace unos meses ese único órgano europeo elegido democráticamente en las urnas sirvió, por ejemplo, para frenar la vergonzosa intención de los gobiernos de los 27 de ampliar la jornada laboral a las 65 horas semanales. ¿Debería tener el Parlamento una mayor capacidad de legislar para toda la Unión y mayores poderes de control sobre la Comisión? Sí, y ese es el camino que traza la bloqueada Constitución y el Tratado de Lisboa que los euroescépticos pretenden cepillarse, y que sólo se salvarán con el compromiso de quienes verdaderamente creen en Europa, y no de los que sólo se aprovechan de sus fondos.

Hay quienes piensan que el carácter casi exclusivamente económico y monetario de la Unión no tiene ninguna posibilidad de avanzar en otros frentes porque el enemigo está dentro: los británicos, tanto conservadores como laboristas, han torpedeado cualquier intento de implantar una política social comunitaria.

Han sido los sindicatos, con su manifiesto por un Tesoro Único Europeo, y algunas formaciones más a la izquierda del PSOE aglutinantes del apoyo de la escasa intelectualidad comprometida con una profunda revisión de los excesos del capitalismo quienes han puesto en valor la necesidad de acudir hoy a las urnas. La abstención sólo sirve para permitir que el neoliberalismo que ha caracterizado hasta ahora la política de Bruselas prolongue sus coqueteos con los profesionales de la especulación. Quedarse en casa sólo propicia el ascenso de los euroescépticos, los xenófobos, los grupos ultras que utilizan precisamente las herramientas de la democracia para acabar con ella. Sobran motivos para quedarse en casa, vale, pero hay razones de mucho más peso para votar.

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