Buzón de Voz

Contra la soledad de los números primos

Todo está en los libros y casi todo está en los números. El 169 tiene toda la pinta de ser un número primo. Uno de esos que necesitan sumas y multiplicaciones, sólo divisibles por sí mismos o por la unidad. La cualidad que inspiró al físico teórico Paolo Giordano (26 añitos) para escribir una de las novelas más originales y exitosas de los últimos tiempos, La soledad de los números primos. Es también lo que provoca tener 169 escaños en el Congreso: soledad, debilidad, necesidad de acordar con otros hasta la más mínima acción de Gobierno, porque hacen falta 176 votos para obtener la mitad más uno de los 350 escaños que representan al pueblo en el Congreso.

Pero resulta que, aunque lo parezca, el 169 no es primo. Es un número aún más inquietante, producto de multiplicar 13 por 13, mal fario al cuadrado, cifra destinada a jugar con el arriesgado fuego de la geometría variable. Es lo que le viene ocurriendo al PSOE, inmerso en la melancolía de dos derrotas electorales (Galicia y europeas) y abrazado a la duda de una luz intermitente: ahora busco el apoyo de CiU; ahora, el de Izquierda Unida; mañana, el de Coalición Canaria... En estado de revista permanente, con la esperanza de que Zapatero no defraude una vez más las altas expectativas que él mismo crea ("el pacto social es cuestión de días", "el acuerdo de financiación estará firmado antes del 15 de julio"...).

Casi todo está en los números, pero la aritmética en política no es lo único importante. Si quiere afrontar el próximo ejercicio con una cierta tranquilidad parlamentaria, Zapatero necesita siete votos más, una mayoría que respalde los Presupuestos del Estado y las medidas esenciales para salir de la depresión económica. La incógnita es evidente: ¿qué opciones de pactos, y a qué precio, elegirá Zapatero para mantenerse al timón hasta las próximas elecciones generales? ¿Es compatible esa necesidad matemática con el armazón ideológico y el discurso coherente de una izquierda moderna y capaz de ilusionar al personal progresista?

Dos opciones y un destino

Miembros del Gobierno y dirigentes socialistas sostienen argumentos en favor de distintas apuestas. Y no se trata de diferencias menores, puesto que, en esencia, la disyuntiva pasa por elegir entre un giro a la izquierda o un volantazo hacia el centro.

En lo que todas las fuentes coinciden es en la necesidad de resolver ya el enigma y acabar con la impresión que va calando en ciertos sectores de que el PSOE pretende un juego imposible: acordar medidas económicas de derechas y políticas sociales de izquierdas.

Lo cierto es que, en los 14 meses de la presente legislatura, el PSOE no ha aprobado una sola ley importante con el apoyo de su izquierda, sino con el aplauso electrónico de alguna fuerza nacionalista de derechas, como CiU, PNV o Coalición Canaria. Incluso ha pactado con el PP el stop a la actuación de la Audiencia Nacional en la investigación de genocidios o en la restrictiva ley de inmigración.

Se encienden alarmas rojas en la estabilidad parlamentaria del Gobierno, pero sobre todo en la credibilidad de un proyecto político a largo plazo. Confiar el éxito electoral futuro al crecimiento de brotes verdes o a la desvergüenza con que el PP aborda su gangrena de corrupción es demasiado arriesgado. Rajoy tiene un liderazgo débil, pero acaba de demostrar que es lo que hay y hasta la patronal se pone en posición de firmes si el presidente del PP le reclama boicotear el diálogo social.

Los diez escaños de CiU garantizarían a Zapatero una legislatura tranquila en Madrid, pero dinamitarían el tripartito catalán y probablemente condenarían al PSOE a perder por muchos años las simpatías del voto de izquierda en Catalunya. La segunda suma (que significaría 175 votos, la mitad del total) resulta imposible. Los seis diputados del PNV ni se plantean un acercamiento a quien les ha "usurpado" el poder que ejercían en Euskadi desde hace tres décadas.

A Zapatero no le queda otra. Los tres representantes de Esquerra Republicana de Catalunya, los dos de IU-ICV y los dos del Bloque Nacionalista Galego representan exactamente los siete necesarios para garantizar la mayoría, con un dibujo similar al que funcionó en la anterior legislatura. Y, sobre todo, para conseguir que los números cuadren con un proyecto de izquierda y con aquel grito tan sonoro como lejano del "no nos falles".

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