Buzón de Voz

Unos ganan poco y otros deberían ganar menos

Ningún político honesto (y la mayoría lo son) espera hacerse rico con el servicio público. En democracia, lo conveniente es que todo aspirante a un cargo lo asuma y lo ejerza con el convencimiento de su carácter provisional. Tal utópica obviedad es compatible con el hecho de que los políticos que alcanzan las más altas cumbres no hacen dinero, pero desde luego hacen amigos, y a los amigos favores, y una cosa lleva a la otra y... Vamos, que tampoco se conoce el caso de un ex ministro o un ex presidente del Gobierno en la frontera de la pobreza. Pero es una verdad palmaria que los salarios de los políticos en España son bastante más bajos que los de otros países democráticos.

Se nos antoja disparatado que el presidente del Gobierno, sea quien sea, tenga un sueldo sensiblemente inferior al de un montón de altos cargos que incluso él mismo nombra y cuyo esfuerzo y estrés son perfectamente descriptibles.

Otra cuestión es la administración local, donde los alcaldes se autoadjudican el cheque mensual mientras sus concejales lo aprueben. Y más grave aún: no pocos malgastan el dinero público en viajes, coches oficiales, asesores misteriosos o jefes de protocolo. La política municipal, la que mejor percibe el ciudadano, es precisamente la más caótica y peor controlada en cuanto a nóminas que entre todos pagamos. Por ahí empieza la quizás injusta mala fama de los políticos.

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