Buzón de Voz

Su problema es con los bancos, no con los trabajadores

La fórmula infalible para garantizar una frustración consiste en crear grandes expectativas. Las conversaciones para el Diálogo Social arrancaron en julio de 2008 con una hoja de ruta que auguraba un amplio consenso. Nadie contaba entonces con la profundidad de la crisis. Ni con que el máximo representante de los empresarios demostrara una habilidad insuperable a la hora de hundir sus propias empresas.

Por el camino ha habido momentos en que podrían haberse acordado algunas medidas concretas relacionadas con el fomento del empleo juvenil o con la bonificación de la reducción de jornada al estilo alemán. Pero la ambición de los agentes sociales iba creciendo. La CEOE llegó a exigir una rebaja de cinco puntos en las cotizaciones empresariales y habló también de un nuevo contrato basura para jóvenes, reclamaciones inaceptables aunque muy útiles en el empeño de que los más débiles aparezcan como culpables y paganos de la crisis.

Los empresarios deberían asumir que su mayor problema lo tienen con los bancos, no con los trabajadores. Lo que necesitan es financiación, no despidos más baratos. En los últimos meses se ha ido engordando la expectativa de una reforma laboral cuya arquitectura difícilmente encaja con las circunstancias políticas ni con los interlocutores actuales. De modo que no es descartable cierto grado de decepción ante un probable y necesario acuerdo de mínimos en el Diálogo Social.

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