Buzón de Voz

Disparos en la rodilla

Es una pura cuestión de estadística, cálculo matemático. Usted y el arriba firmante tenemos muchísimas menos posibilidades de resultar agraciados hoy en el sorteo de la lotería que Alberto Ruiz-Gallardón en la confección de las listas electorales del Partido Popular. Tenemos, eso sí, la ventaja de que ningún otro jugador se habrá dedicado a realizar conjuros contra los números que hemos comprado. Bastante tiene con rezar para que toque el suyo. Sin embargo, en el PP hay líderes y lideresas que no desperdician ninguna oportunidad para soltarle un mandoble, una colleja o una patada donde más duele al ambicioso alcalde madrileño. Esta misma semana, Ignacio González, número dos de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, aprovechó una entrevista en su periódico favorito para enviar un recado que no ha gustado nada en la dirección nacional del partido. No salió a defender el derecho de su jefa a ser senadora, lo cual equivaldría a rezar para que toque el número que uno juega. Dijo González que ser alcalde y diputado a la vez puede ser incompatible con los estatutos del partido, lo cual viene a ser un conjuro para que no toque el número que lleva otro. O sea que, en su propio nombre o de parte de Esperanza, lanzó una advertencia clarísima: Mariano Rajoy o el Comité Electoral del PP pueden incluir a Gallardón en la candidatura para los comicios del 9 de marzo, pero el PP de Madrid también puede rechazar el nombre o negarse a proponerlo. Un lío, vamos.

En la sede nacional no ha gustado el aviso porque todo el mundo entiende que González dice lo que piensa Esperanza o viceversa, que para el caso lo mismo da. Ambos podrían sostener y argumentar su posición en los órganos internos correspondientes. La publicidad del asunto produce el mismo resultado que cuando Gallardón expone sin ambages su firme deseo de acompañar a Rajoy en la lista por Madrid, y todo el mundo entiende que lo que quiere es tener voz en el Parlamento para el hipotético caso de que el amado líder se descomponga el 9 de marzo tras una segunda derrota y no haya más remedio que sustituirlo. Tanto Gallardón como Esperanza, en su ensalada de tortas y legítimas ambiciones, le hacen un favor olímpico al PSOE. Mientras en el PP siguen pegándose tiros en las rodillas, el Gobierno logra finalizar la legislatura con la aprobación de leyes y presupuestos. Aunque sea con aprietos y en el tiempo de descuento. En política ya se sabe que, ante una carrera electoral, quien maneja el Boletín Oficial del Estado parte ya con una ventaja importante. Si el adversario se dedica a demostrar sus propias debilidades, pues nada: ¡pista al artista!.

Pero es que lo de Ignacio González no es una anécdota particular ni una rencilla esencialmente personal, aunque algo o mucho haya de eso. Ayer mismo, Rita Barberá, uno de los valores más seguros del PP, echó otra mano al cuello a Gallardón, o incluso a Mariano Rajoy, aún no está muy claro a quién dedicó la perla. Entró en la polémica para dejar claro que la mejor forma de ayudar al partido y a su presidente es seguir como alcaldesa de Valencia. De modo que, por un lado, Barberá se descarta como posible baza de Rajoy para competir con María Teresa Fernández de la Vega en una de las plazas más decisivas el próximo 9 de marzo; por otro, deja a Gallardón más solo que la luna en la argumentación de que es un gran servicio al partido y al líder compaginar los puestos de alcalde y diputado.

Las listas

En la dirección del Partido Popular juran por Popper y Hayek que aún no está decidido si Gallardón irá o no en la lista, ni mucho menos en qué posición. Sabido es que el alcalde no exige ya ser número dos, sino simplemente ir en un puesto de salida segura y sentarse por las mañanas en el Ayuntamiento y por las tardes en el Congreso, para "ayudar a centrar" la imagen de Rajoy del partido. Y ahí se encuentra Gallardón con otro obstáculo. No pocos en la cúpula del PP sostienen que la batalla electoral –por más que insistan ciertos sabios periodistas– no se libra en el centro, sino en la abstención. Lo cual ciertamente está ligado, pero no tanto como algunos se empeñan. La única oportunidad que el PP tiene de recuperar la mayoría pasa por movilizar a todos sus votantes de 2004 y conseguir que muchos de los que apoyaron al PSOE se queden en casa. En esta movida –insisten– Gallardón no aporta un voto más, aunque tampoco resta.

Anteayer, en un desayuno con periodistas al que también asistían Aguirre y Gallardón, alguien preguntó a Rajoy si el futuro número dos por Madrid estaba en el recinto. Y respondió con una gracia: "Desde aquí no puedo ver a todos los asistentes". En una de las mesas, un empresario afín comentó: "Lo peor es que no ve al número dos ni aquí ni en el partido".

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