Buzón de Voz

El fracaso de los enterradores

Quienes ya habían ultimado los preparativos para acudir a los funerales de los sindicatos tendrán que aplazar el falso luto. El 29-S no fue un 14-D, quizás ni siquiera un 20-J, porque no podía serlo en unas circunstancias económicas, políticas y sociales totalmente distintas. Pero la huelga general triunfó en la industria, bloqueó el transporte en hora punta y se dejó notar en las grandes empresas. Ese amplio seguimiento en sectores fundamentales de la economía compensa el escaso efecto en la educación, las administraciones o la hostelería. No se produjo, desde luego, el fracaso de la convocatoria que venían pronosticando los numerosos enterradores del sindicalismo.

Tampoco se tiñó de sangre el pavimento por culpa de esos piquetes tachados de criminales desde no pocas plataformas mediáticas. No es descartable que Esperanza Aguirre proclame que los centenares de miles de manifestantes del 29-S eran todos liberados sindicales. Lo cierto es que el pulso que UGT y CCOO plantearon de mala gana ("esta huelga es una putada", dijo Toxo) contra las reformas del Gobierno se reconvirtió en las últimas semanas en una especie de prueba de supervivencia de los sindicatos. Superado el examen con una nota muy digna, convendría que nadie perdiera de vista las causas de lo ocurrido. Si Zapatero conserva oído para escuchar los sonidos de la calle, esa mano tendida a los sindicatos deberá contener algo más que la mera disposición al diálogo.

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