Buzón de Voz

Incógnitas de una revolución

Desalojar del poder a Hosni Mubarak era probablemente el único objetivo común de los múltiples actores políticos y sociales movilizados en Egipto durante las últimas semanas. Una vez conseguido, tendrán que apagarse los focos de la euforia para valorar hacia dónde se encamina la posible transición democrática. Las Fuerzas Armadas, divididas también en sectores contaminados en mayor o menor medida por 30 años de dictadura militar, se erigen en garante principal del proceso con el beneplácito de Estados Unidos, que formó a los principales mandos. Los centenares de miles de jóvenes protagonistas de esta primavera egipcia y los grupos opositores sumados a la revuelta tienen una percepción más positiva de un Ejército que se ha abstenido de ejercer la represión que de una Policía corrupta y violenta, pero difícilmente aceptarán como interlocutor a cualquier heredero de Mubarak. La ausencia de un liderazgo claro en el heterogéneo movimiento revolucionario abre también otras incógnitas. El Baradei tiene mejor imagen fuera de Egipto que dentro, donde tampoco el grupo más organizado (los Hermanos Musulmanes) ostenta un apoyo mayoritario. Después de 18 días de pulso entre los manifestantes de la plaza Tahrir y un faraón atrincherado, el éxito de los primeros eleva las posibilidades de que la llama democrática se extienda por la región. ¿Intentarán los vecinos el truco de cambiar algo para que nada cambie? Muy probable.

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