Buzón de Voz

Del gobierno y los ladrillos

La economía evoluciona mal dentro de la gravedad y el personal se pregunta si los doctores Zapatero, Solbes y Sebastián están aplicando las medicinas más eficaces. Si preguntamos a dos economistas obtendremos tres respuestas distintas y hasta contradictorias. Incluso hay quien sostiene que, ante una crisis como ésta, el tratamiento posible es el de la recomendación popular contra el catarro: una semana en la cama o siete días con medicamentos. Los que más saben calculan que esta gripe durará un par de años.

El caso es que la letra del panorama político queda absolutamente condicionada por los números de la economía. De ahí saldrá, como estaba previsto, el armamento grueso de la oposición que Mariano Rajoy ejercerá esta legislatura. El próximo miércoles pretende salir del Palacio de la Moncloa con un doble mensaje que le ayude a consolidar su liderazgo dentro y fuera del PP. Por un lado, un gran acuerdo sobre las reformas de la Justicia, incluidas las renovaciones del Consejo General del Poder Judicial y del Tribunal Constitucional, aunque no se concreten ni se ejecuten hasta septiembre. Por otro, Rajoy lanzará una dura crítica al Gobierno por no haber querido o sabido prevenir la profundidad de la crisis y por no adoptar las medidas que él considera urgentes. Sobre el guión, el pacto de la Justicia permite al líder del PP abonar la imagen de moderación que busca después de cuatro años de extremismo. Le interesa cuanto antes demostrar que es sincera su intención de alcanzar consensos en asuntos "de Estado". La crítica a la política económica intentará exprimir la idea de que la derecha gestiona mucho mejor que la izquierda y bajo ese paraguas conectar con el cada día más extendido y lógico temor al paro en la ciudadanía.

En algunos círculos socialistas no se ocultan ciertas críticas internas por la forma en que el Gobierno está encarando las graves dificultades de la economía. No se refieren tanto al contenido de las medidas concretas que se van anunciando como a la comunicación de las mismas y a la coordinación del Ejecutivo. Consideran un error político no haber reconocido con mayor claridad y transparencia la magnitud de la crisis una vez superada la cita electoral de marzo. Los circunloquios en el lenguaje cuando el goteo de datos negativos es contundente sólo consiguen restar credibilidad a las propias medidas. Una cosa es ejercer la responsabilidad de no transmitir un pesimismo letal a los mercados y otra muy diferente dar la impresión de que no se quiere reconocer la realidad.

Carácter global

Esas mismas voces sostienen la necesidad no sólo de presentar un plan coherente de medidas concretas, sino un discurso pedagógico y valiente sobre las causas de la crisis y el carácter global de la misma. Estados Unidos ha alcanzado esta semana una inflación del 5%, exactamente el mismo nivel que sufre España y con orígenes casi idénticos: los precios del petróleo y de los alimentos. Si en Estados Unidos se ha pinchado la burbuja de las hipotecas basura, aquí ha explosionado el hinchadísimo globo del negocio inmobiliario. Allí gobiernan los neoconservadores, aquí los socialistas, pero ni unos ni otros pueden escapar al carácter global del cambio de ciclo económico más complejo que se recuerda.

Lo cual no significa que no existan políticas económicas de derechas y de izquierdas. De hecho, deberían notarse las diferencias tanto o más en un ciclo de crisis como en épocas de bonanza. El tópico de que la izquierda reparte mejor la riqueza y los ultraliberales son los que la crean ya es demasiado rancio. La lluvia de ladrillos del caso Martinsa y otras posibles tormentas ofrecen la oportunidad de comprobar si la izquierda es capaz de repartir las cargas de la crisis en una proporción justa. ¿Ayudas públicas para algunos artistas de la especulación? No, gracias.

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