Buzón de Voz

La deuda del clima

Casi todos los sacrificios decretados en los últimos tiempos vienen precedidos por la máxima de que "no podemos trasladar a nuestros hijos una deuda que nosotros hemos generado". Este ataque de responsabilidad justifica que se dediquen centenares de miles de millones de euros de las arcas públicas al rescate de entidades financieras mal gestionadas. Otra cosa es el planeta. La Cumbre de Durban ha decidido que lo que sí podemos trasladar a nuestros hijos es otro tipo de endeudamiento: el que dibuja un planeta insostenible por el calentamiento que provocan las emisiones de gases contaminantes. Contra las leyes de la física, pesa mucho más un kilo de dólares que otro de oxígeno. La ruta iniciada en Río en 1992, con paradas en Kioto (1997) y en Copenhague (2009) para frenar el desastre del cambio climático acaba de tropezar en Durban con el mismo obstáculo de siempre: el boicot de los lobbies industriales y la batalla de poder entre las potencias en declive más contaminadoras (EEUU, Canadá, Japón...) y las emergentes (China, India...) que sostienen que no hay contaminante más letal que la pobreza. La Cumbre de Durban supone un fracaso absoluto que no puede difuminarse en el diplomático compromiso de "seguir negociando" hasta 2015 para que la reducción significativa de CO2 a escala global entre en vigor en 2020. Se pacta una hoja de ruta que no tiene la más mínima credibilidad. Algunos ni siquiera esperaron a estampar su firma.

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