Buzón de Voz

El navegador de Ibarretxe

Uno de los inventos más rentables en complementos para automóviles es el navegador. Hasta los taxistas, expertos en rechazar cualquier moda inútil impuesta por el marketing, se han apuntado al tom-tom go. El conductor ordena el destino y el artefacto le va indicando la ruta. Si se equivoca en un cruce, la voz mecánica suelta una retahíla de órdenes para devolver al torpe hacia el camino verdadero.

Hace años que el lehendakari puso sobre la mesa su objetivo político. La primera hoja de ruta, el famoso Plan Ibarretxe, recibió el rechazo casi unánime del Congreso de los Diputados y fue devuelto a Vitoria por el camino más rápido. La tregua de ETA y el apoyo explícito del PNV al proceso de paz intentado por José Luis Rodríguez Zapatero aparcaron temporalmente el delicado asunto. Muchos pensaron, desde Madrid, que el tom-tom go constitucional había reconducido a Ibarretxe por el sendero de la legalidad. Su permanente insistencia en la futura convocatoria de una consulta en Euskadi era percibida como la letanía de un señor pesadísimo que constantemente amaga sin llegar a dar. Sin embargo, Ibarretxe desconectó ayer el navegador del Estado y puso fecha a su anunciada consulta.

La propuesta

Si se examina en detalle la intervención del lehendakari, la verdadera novedad de su discurso es precisamente ésa: la fecha concreta para una consulta que no encaja de ningún modo en la legalidad vigente. Por eso lo trascendente desde el punto de vista político es el propio hecho de concretar una fecha y el momento elegido para hacerlo. Porque difícilmente se puede objetar nada a su propuesta de que "el Gobierno español y ETA inicien un proceso de diálogo con el objetivo de lograr el fin definitivo de la violencia, siempre que ETA manifieste previamente su voluntad inequívoca de abandonar el terrorismo". Parece copiada literalmente de la resolución que aprobó el Congreso de los Diputados en mayo de 2005, con el único voto en contra del PP.

La respuesta inmediata del presidente Zapatero ha sido nítida: "Ibarretxe me va a escuchar". Y le va a leer de nuevo la Constitución. El lehendakari sabe que el Gobierno está obligado y dispuesto a emplear todos los resortes del Estado para evitar una consulta ilegal. Ni quiere ni puede sostener otra actitud. A cinco meses de las elecciones generales, la explicación del paso dado ayer por Ibarretxe tiene otras aristas.

En primer lugar, el PNV se dirige a su propio público. Después de tres años en los que el Partido Socialista de Euskadi ha ocupado espacios de moderación muy alejados de aquel hermanamiento entre Mayor Oreja y Redondo Terreros, los nacionalistas necesitan forzar al PSE a un discurso más "españolista". Como ocurre en todas las formaciones políticas, las bases tienden a ser más radicales que los propios líderes. La cúpula del PNV, sin distinción de familias ni tendencias, pretende amarrar y movilizar a su electorado. Se podría barruntar también alguna dosis de venganza por parte de un lehendakari que fue apartado de la almendra de un proceso de paz cuyo protagonismo recayó en Josu Jon Imaz, hoy retirado de la escena por necesidades del guión interno del PNV.

Lo cierto es que el segundo órdago de Ibarretxe se presenta justo cuando el Gobierno y el PSOE estaban volcados, por primera vez en la legislatura, en la labor de vender los avances conseguidos. Zapatero había ajustado su tom-tom go a la ruta de las medidas sociales, los planes de vivienda, las ayudas a la educación... Los dos grandes ejes de oposición del Partido Popular, la "rendición ante ETA" y la "ruptura de España", habían quedado difuminados. La bomba de la T-4 y las numerosas operaciones antiterroristas desvelaron la falsedad del primero, mientras la irritación catalana con el resultado final del Estatut no parece confirmar el segundo.

El PP se había visto obligado a variar los mimbres de su discurso. Los estrategas de la calle Génova habían puesto la lupa en los supuestos nubarrones de la economía o en la quema de banderas como argumentarios de precampaña. Pero no les resultaba fácil en los últimos meses recuperar la iniciativa política.

Los efectos

Y en esto llegó Ibarretxe con su segundo Plan, tan útil para calentar los ánimos de sus propias filas como para renovar la artillería del Partido Popular. ¿Quién dijo que España no se rompe? Pues aquí está el lehendakari con un ultimátum para que Zapatero acepte el "derecho a decidir" de los vascos.

Mariano Rajoy ya ha definido la propuesta como un "desafío al Estado". La verdad es que el PP ha empleado esos términos tantas veces con tan escaso fundamento que ahora resulta complejo encontrar el término adecuado para definir el verdadero "desafío".
A cinco meses de la cita con las urnas, Ibarretxe puede obligar al PSOE a variar su navegador electoral. No es que lo tuviera fácil anteayer. Todos los pronósticos rondan el empate, pero se había instalado en el ambiente una sensación clara de que los peores trances de la legislatura para Zapatero ya estaban superados. Ahora se trataba de hablarle al electorado de las cosas de comer. Y la capacidad de convencer es alta en este terreno cuando se dispone  del Boletín Oficial del Estado o de los Presupuestos Generales.

No es extraño que en el entorno del PP se respirara ayer cierta euforia. Por mucho que tantas voces insistan en que la batalla electoral se juega en el centro, lo cierto es que la llave final tiene mucho más que ver con la abstención. El PNV pretende movilizar a los suyos, y con el golpe de efecto que Ibarretxe lanzó ayer, puede que consiga de paso despertar los fantasmas que tanto nos han entretenido en los últimos tres años.
Sin haberlo previsto, el PP puede volver a recargar las perjudicadas baterías de la indignación generalizada. Desde los tiempos en que Xabier Arzalluz y Álvarez-Cascos se citaban en el restaurante burgalés de Las Landas, no se recordaba mayores favores del nacionalismo vasco a la derecha. Sorpresas que dan los navegadores.

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