Cartas de los lectores

25 de julio

Más testigos del caso Couso

El auto de la Audiencia Nacional sobre el caso Couso considera que si un militar ataca un lugar civil ese militar estará excusado con solo decir que creía que en dicho lugar había un elemento hostil. Rechazamos este planteamiento que da rienda suelta a la impunidad de los ejércitos y despoja a los civiles de la protección que les confiere la ley internacional.
No entendemos por qué la Audiencia otorga credibilidad al informe del Mando Central Norteamericano y no hace caso a los periodistas que estábamos en el hotel Palestine y presenciamos la muerte de Couso.
Somos la parte imparcial de una guerra. Nuestro trabajo es contar la verdad. Por ello insistimos en que existen aspectos que deben ser investigados, como el hecho de que en tan solo tres horas tres sedes periodísticas de Bagdad fueran atacadas por fuego estadounidense, con la consecuencia de tres informadores muertos.
Nos preguntamos por qué el auto todavía hace referencia a la presencia de un francotirador en el hotel, cuando el propio Pentágono desechó esa teoría. En cuanto a la teoría del ojeador, el Palestine era un lugar civil con cámaras y periodistas que mostrábamos lo que estaba ocurriendo. Éramos ojeadores, sí. Ojeadores protegidos por la ley internacional.
Deseamos que se proteja la libertad de información y que no se ignoren nuestros testimonios. Por ello firmamos este texto no solo los periodistas que hemos declarado ante el juez, sino otros compañeros de diversas nacionalidades, testigos como nosotros de la muerte de Couso.
Carlos Hernández de Miguel, Olga Rodríguez Francisco, Jon Sistiaga, Jesús Quiñonero, Mónica G. Prieto, Fran Sevilla, José Miguel Azpiroz, Pedro Khron (Portugal), Rafael Homem (Portugal), Gustavo Sierra (Argentina), Marta Herrero Maestro, Alberto Sotillo, Eduardo Salazar (México), Jorge Pliego Guzmán (México), Tomás Alcoverro (Beirut), Rafael Cavada (Chile), Ferdinando Pellegrini (Italia), Francisco Javier Mellado Tavera, Ángela Rodicio, Francisco Peregil, Fernando Matey

Envidia no, señor Aznar
El pasado 22 de julio se cumplieron tres años desde que usted dijo que los que le criticamos por la foto de las Azores lo hacíamos por envidia.
Se equivocaba usted, como también se equivocó cuando dijo que nadie le tenía que decir las copas que tenía que beber ni a la velocidad a la que tenía que circular después de haber bebido. Una auténtica irresponsabilidad por su parte dar este tipo de consejos ex presidente que sea.
Y le tenemos que seguir criticando por intentar –a través de sus colaboradores en la FAES y con tal de hacer oposición al Gobierno de Zapatero– torpedear los intereses de las empresas españolas en el

extranjero (y, entre ellas, también las extremeñas) sobre el asunto de las energías renovables en EEUU.
Joaquín García /Alburquerque (Badajoz)

El suicidio de la esperanza
En Guinea-Bissau, el suicidio no era un problema. Allí, las necesidades más acuciantes son comer y sobrevivir a la miseria y a las enfermedades. El suicidio es un acto que se identifica más con Occidente. Cuando uno tiene que luchar por la supervivencia, carece de tiempo para deprimirse o angustiarse porque toda su energía está volcada en ese empeño. Sin embargo, el índice de jóvenes que se quitan la vida en el país africano ha aumentado de forma alarmante. Cuando uno de estos muchachos, empujado por la carencia absoluta que padecen en sus puntos de origen, decide embarcarse, empieza un periplo de vicisitudes que puede terminar en la repatriación, previo paso por un centro de internamiento.
El sueño de la tierra de la abundancia y de las oportunidades acaba sin haber podido comenzar. La mayoría habían reunido el dinero de familiares y amigos para poder afrontar el viaje y se avergüenzan por el fracaso. Muchas son las madres que ven partir a sus hijos en patera hacia un viaje sin retorno que acaba en el fondo de los mares. Los que no mueren en la travesía mantienen la ilusión del progreso y el bienestar para los suyos. Por eso, su forzoso regreso acaba con la esperanza e, incapaces de liberarse de una culpa que no les pertenece, optan por matarse.
Pero no son los únicos. También son numerosos los hijos de emigrantes de otras nacionalidades que, obligados a criarse con tíos o abuelos a causa de que sus padres han emigrado, ven cómo su autoestima disminuye hasta el punto de no querer seguir viviendo. La vida de estos niños y adolescentesse convierte en un tributo que los pueblos más desfavorecidos se ven obligados a pagar sólo por intentar escapar de la pobreza. La injusticia tiñe de luto su porvenir arrebatándoles su mayor potencial: la confianza y la sonrisa de sus niños, su auténtico futuro.
Ana Cuevas / Zaragoza

En río revuelto
Es moneda común entre algunos dirigentes del PP recurrir a deformaciones de la realidad –por no decir, simple y llanamente, mentiras. La alcaldesa de Valencia se pregunta qué pensarán los parados de que los medios se ocupen de bolsos y trajes y no de que no puedan comer cuatro millones de españoles. Si hubiera cuatro millones de hambrientos en España, sin duda ella sería una a la que esos parados reclamarían más austeridad en los bolsos que exhibe y en los regalos que acepta.
Afirma también la alcaldesa que los jueces les dicen a los socialistas que actúan con temeridad y mala fe, y ¿qué le dijo el TC al PP por sus últimas recusaciones a magistrados de tan alta instancia? ¿Qué les dicen los jueces al PP cuando rechazan los recursos contra Garzón o contra la instrucción de todos los sumarios del caso Gürtel y del espionaje?
Francí Xavier Muñoz Sánchez / Madrid

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