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Sexo y prejuicios en ornitología

VENTANA DE OTROS OJOS // MIGUEL DELIBES DE CASTRO

*Profesor de Investigación del CSIC

Los falaropos son unas aves encantadoras que se reproducen en el lejano norte pero pasan el invierno en los mares tropicales. De pequeño tamaño, pertenecen al grupo de los limícolos, como los chorlitos, pero a diferencia de ellos tienen los pies palmeados y pasan la vida nadando. Los falaropos comistrajean en primavera y verano larvas que toman de la superficie del agua, para lo cual alzan y bajan, continua y reiteradamente, la cabeza y el cuello. Por eso Bjartur de la Casa Estival, el granjero protagonista de Gente independiente, novela del Nobel islandés Halldór Laxness, asegura que los falaropos hacen reverencias, y que "ningún ave de todas las ciénagas es tan cortés".

Pero los falaropos son especiales también en otras cosas, por ejemplo, en su asignación de los papeles sexuales. Entre ellos, las hembras son mayores y más vistosas que los machos. Son las hembras quienes se exhiben y pavonean, y los discretos machos escogen para aparearse la que tiene pinta de ser mejor madre de sus hijos. La falaropa pone los huevos, pero inmediatamente parte en busca de otro consorte, dejando al padre la completa responsabilidad de la incubación y crianza de los pollos. Puesto que no se ocupa del hogar, por decirlo de algún modo, una buena hembra conquistará en cada estación cuantos machos pueda, con objeto de dejar más descendientes.

Los biólogos estudian hoy con interés la evolución de la poliandria en las aves. Hace años, sin embargo, el hecho de que una hembra saltara de macho en macho y abandonara a sus hijos antes de nacer no podía entenderse sino como algo malsano. En un libro serio y bien documentado sobre las aves de California, publicado en 1923, W. L. Dawson se refiere a un estudioso amigo que ha observado en verano grandes bandadas de falaropos en el Gran Lago Salado de Utah. Hoy sabemos que son concentraciones premigratorias de aves que ya se han reproducido, pero el amigo en cuestión pensaba que no lo habían hecho; además, cazó alguna hembra y observó que sus ovarios estaban poco desarrollados. De ahí llegó rápidamente a la conclusión de que la mayoría de las hembras no criaban porque tenían enfermo el aparato reproductor.

¿A qué podría deberse? El prejuicio se encargó de responder por boca del científico. "Sin duda, el extraño exceso de libido de las hembras de falaropo produce en ellas tanto su inquietante perfección en tamaño y fortaleza como el deterioro de sus órganos sexuales". Hoy día estas conclusiones nos hacen sonreír, pero el ornitólogo contemporáneo Joseph R. Jehl, que sacó a la luz esta historia, acaba preguntándose cuánto no se reirán los científicos del futuro al detectar nuestros errores y prejuicios actuales. Así que ¡cuidado!

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