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Rehén de primogenitura

VENTANA DE OTROS OJOS // MIGUEL DELIBES DE CASTRO

* Profesor de investigación del CSIC

Gracias al poema de Miguel Hernández, y por otras cosas, uno se sabía marcado "por varón en la ingle con un fruto". No era consciente, en cambio, de que también le hubiera marcado el orden de nacimiento dentro de su familia. He tropezado con ello por casualidad, leyendo sobre Darwin y Wallace, codescubridores de la evolución por selección natural.

Como si fuera lo más normal del mundo, el autor que leía citaba a Frank Sulloway para postular que "ni Darwin ni Wallace eran primogénitos, pues de otro modo no hubieran sido tan innovadores". ¡Pero hombre...!

Me he interesado por Sulloway, un científico social que investigó sobre el terreno acerca del paso de Darwin por las islas Galápagos y ha terminado por hacerse ornitólogo y estudiar los pinzones del archipiélago. En los años 90 escribió un libro de mucho éxito (pese a que, confieso, yo no conocía), traducido al castellano como Rebeldes de nacimiento y probablemente descatalogado. No lo he leído, pero sí localizado mucha información sobre su contenido.
Sulloway postula que la rivalidad entre hermanos es un factor esencial en el desarrollo de la personalidad y condiciona las posturas que uno adoptará en la vida. "Olvídese de Adam Smith y su mano invisible, de Karl Marx y la lucha de clases, de Sigmund Freud  y el complejo de Edipo; los cambios radicales en los asuntos humanos se generan por la rivalidad permanente entre los hermanos mayores y los más pequeños", recoge un epítome de la obra.

Y el caso es que no parecen meras ocurrencias de Sulloway. Realizó miles de encuestas y detallados análisis sobre el orden de nacimiento de creadores y revolucionarios, y los resultados apuntaban siempre a lo mismo: los primogénitos tienden a identificarse con los padres y con la autoridad, mientras que los pequeños son más inquisitivos y se tornan rebeldes.

Por ejemplo, Sulloway analizó la reacción ante la revolución darvinista de más de 300 científicos entre 1859 y 1870. El 83% de cuantos la aceptaron en su totalidad, incluyendo las referencias al origen del hombre, no eran primogénitos; el 55% de los que la rechazaron, sí. En la misma línea, estudió otras 27 propuestas científicas radicales en los últimos 400 años, demostrando que la probabilidad de que fueran admitidas por un primogénito era entre tres y cuatro veces menor que su aceptación por un no primogénito.

En fin, que sólo a estas alturas descubre uno por qué le devuelven con tanta frecuencia los manuscritos científicos aduciendo que no son suficientemente novedosos. ¡Soy primogénito!

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