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El hambre de Audrey Hepburn

VENTANA DE OTROS OJOS // MIGUEL DELIBES DE CASTRO

* Profesor de investigación del CSIC

Resulta difícil escribir de nada que no sea Japón, y tampoco está uno, ni por formación ni por ánimo, para perorar sobre fuentes potenciales de energía u otros asuntos que hoy ocupan los medios. Pensaba en nuestra paradójica condición de seres capaces de entender y cambiar el mundo, para bien o para mal, y animalitos casi inermes ante la fuerza de nuestro entorno. Imaginaba a los habitantes de Sendai helados de frío, sin luz ni comida, a los de Fukushima, además, asustados sin saber qué esperar.

Y en esas he recordado lo que me llamó la atención, hace algún tiempo, un estudio en el que se comparaban, en poblaciones humanas y animales, los efectos a largo plazo de las hambrunas (TREE 2002; 17: 141-147). Se sabe bien que entre los mamíferos silvestres un año malo acarrea muchas consecuencias.

Los individuos nacidos en un periodo de escasez crecen más despacio y alcanzan menor tamaño, suelen ser menos longevos, y generalmente tardan más en reproducirse y tienen menos hijos. Las condiciones en que fueron gestados y empezaron a crecer, por tanto, influyen largo tiempo después de que se dieran. Es más, tales efectos se manifiestan en generaciones posteriores. En condiciones experimentales, incluso alimentados ad libitum, los hamsters nacidos de hembras que pasaron hambre tendrán camadas pequeñas y con crías de poco peso (es uno de los ejemplos habituales al tratar de epigenética).

Pues bien, en los humanos ocurre otro tanto. Uno de los casos mejor estudiados corresponde a la hambruna holandesa al final de la Segunda Guerra Mundial. Con parte del país liberado por los aliados, los alemanes decretaron el bloqueo terrestre de la porción que aún controlaban y el duro invierno hizo imposible aprovisionar a la población desde el mar. No había comida, en consecuencia, y la ingesta media de kilocalorías cayó a menos de 1.000 por cabeza y día, pese a que los campesinos devoraron entonces hasta los bulbos de sus tulipanes. Los niños concebidos en aquel periodo pesaron al nacer un 7% menos que los nacidos antes, padecieron más enfermedades, y sus hijos (nietos de las madres hambrientas) experimentaron una tasa de mortalidad infantil superior a la media.

Audrey Hepburn no nació en aquellas circunstancias, pues tenía 15 años cuando sufrió la hambruna en la Holanda ocupada. Parte de sus problemas de salud posteriores, sin embargo, que ni siquiera desayunando con diamantes pudo remediar, se han atribuido a malnutrición en su adolescencia.

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