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Los descubrimientos que la noche inspiró a los sabios

CIENCIA SOÑADA // JORGE BARRERO

El 5 de noviembre de 1955 el doctor Emmet Brown cae inconsciente tras golpearse en la cabeza mientras intenta colocar un reloj de pared subido en el retrete. La visión de un extraño aparato acude a él durante el sueño y, al despertar, garabatea los esquemas que le ayudan a construir el condensador de fluzo, dispositivo clave para hacer funcionar la máquina del tiempo. Esta escena, como el resto de la película Regreso al futuro, donde se recrea, es una fantasía. También es un guiño a la historia de la ciencia, repleta de momentos de ensoñación creativa que han quedado registrados en las biografías de sus protagonistas: personajes ilustres como Newton o Einstein y otros anónimos, aunque igualmente interesantes, como Elias Howe, el inventor de la máquina de coser.

Accidentes o leyendas
¿Leyendas, descubrimientos accidentales? Pudiera ser, aunque, para algunos, estos sucesos son reales y nos están dando indicios de la importancia del sueño para la creatividad. En 2004, Ubner Wagner, investigador de la Universidad de Lübek, describió en la revista Nature un proceso dependiente del sueño que consolida la memoria reciente y permite extraer conclusiones creativas a partir de ideas dispersas. Episodios oníricos en la ciencia, un sistema donde razón e imaginación se necesitan y se desprecian mutuamente. El mismo sistema cuyas bases ayudó a construir un joven de 23 años, llamado René Descartes, tras soñar, el 10 de noviembre de 1619, con las ideas esenciales de su Discurso del Método, según relata su biógrafo Adrian Baillet.

Tres visiones
De acuerdo con Baillet, cuyo relato es sumamente confuso y nunca pudo ser confirmado, aquella noche, en su casa de Ulm, Descartes experimenta tres enigmáticas visiones. En la tercera, al filósofo se le revela la posibilidad de unificación de todo el conocimiento, merced al método de la razón; el segundo sueño está poblado de truenos y relámpagos; mientras que en el primero, Descartes es arrollado por torbellinos y perseguido por fantasmas hasta que un extranjero le ofrece un melón.

Adornar el relato
No se preocupe si no encuentra sentido al relato, a las visiones o al melón. Tal vez Baillet o Descartes quisieron adornar la escena para la posterioridad y los hechos nunca ocurrieron. Por otra parte, nada nos garantiza que los sueños tengan algún sentido o sean productivos. Y así nos lo advierte el propio Descartes al final de la IV parte del Discurso del Método: "(...)Y puesto que nuestros razonamientos nunca son tan evidentes y tan enteros cuando soñamos como cuando estamos despiertos, por eso nos dice la razón que, no pudiendo ser verdaderos todos nuestros pensamientos, deberá infaliblemente hallarse la verdad más bien en lo que pensemos estando despiertos que en los que tengamos en sueños".

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