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El dinero de los viejos

DE PUERTAS ADENTRO//MARÍA ÁNGELES DURÁN

* Profesora de investigación del CSIC

Cada 10 años, los pensionistas ceden al banco la cuarta parte del patrimonio que le han confiado, pero rara vez son conscientes de ello. El motivo de esta cesión son las comisiones anuales de gestión que cobran los bancos sobre los fondos de pensiones depositados en la entidad, que habitualmente y con escasas excepciones rondan el 2 % del patrimonio depositado, a las que se suman otras comisiones de menor cuantía, como las de apertura o depósito, que en total vienen a sumar el 2,5% anual. Por definición, los fondos de pensiones son depósitos a largo plazo: de ahí que los ahorradores que comienzan temprano a destinar parte de sus ingresos a los fondos de pensiones, para anticiparse a la bajada de ingresos e incertidumbres de salud que llegarán con la jubilación, pueden muy bien tener sus ahorros depositados en el banco durante 10, 15 ó 20 años, o al menos, parte de ellos. Los fondos depositados 20 años habrán pagado al banco, al rescatarlos, la mitad de su cuantía en concepto de gestión y depósito.

En estos momentos, la opinión pública recibe constantes ofertas de los representantes políticos sobre la reducción o desaparición de los impuestos sobre el patrimonio y sobre las sucesiones, basándose en el criterio de que penalizan especialmente a la clase media o que suponen una doble tributación. Por ello vale la pena recordar el destino del dinero de los viejos, una de las tartas más suculentas del mercado financiero.

A las comisiones bancarias se une, como elemento erosionador del patrimonio de los mayores, la inflación. Con una inflación real superior al 3%, esa es la proporción en que de hecho se reducen cada año sus ahorros. Si se acumula durante 10 años, sólo por este concepto pierden, de hecho, un tercio de lo que tenían. La mayoría de los beneficiarios de fondos de pensiones no son conscientes de la abultada factura que pagan al banco por sus servicios. Hacen cuentas y equilibrios para bajar sus gastos en partidas pequeñas que controlan mejor personalmente, como la alimentación, el ocio o los transportes, pero no se dan cuenta de que las grandes cifras se vinculan más con su patrimonio que con su renta. Además, los bancos suelen poner cuidado en referirse a estas comisiones lo menos posible y en restarlas directamente de los beneficios (cuando los hay), en lugar de presentarlas por separado, para que pierdan visibilidad.

Al leer los exitosos balances anuales de beneficios de los grandes bancos me pregunto muchas veces cuánto han contribuido a ello, involuntariamente, los jubilados y los fondos de pensiones. Y, sobre todo, si no hay otra manera de hacer las cosas que sea menos lesiva para los que menos posibilidades tienen de defender sus propios intereses.

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