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La propina del portero

DE PUERTAS ADENTRO// MARÍA ÁNGELES DURÁN

* Profesora de investigación del CSIC

Un conocido mío tenía un apartamento y propuso al conserje que se encargase de alquilarlo. Como contrapartida, el portero le pidió la mitad de lo que consiguiera sacar. A mi conocido le pareció excesivo, y no hubo acuerdo. Otro más hábil se ofreció a hacerlo por un 2,5% anual sobre el valor del inmueble, lo que le pareció un trato razonable. A final de año hizo números y cayó en la cuenta de que había pagado al segundo exactamente lo mismo que le hubiera costado el primero, porque con una rentabilidad media del 5%, tanto le daba pagar la mitad de los beneficios como el 2,5% del valor del apartamento.

Recuerdo esta historia por la incredulidad de muchos bienpensantes ante el alcance real de la factura que pagan al banco. Como todo el mundo está familiarizado con los pagos del IRPF a Hacienda, tendemos a pensar que las comisiones bancarias son sobre los rendimientos, cuando en realidad la mayoría son sobre el patrimonio. Las comisiones anuales de gestión y depósito, que los bancos y cajas están autorizados a cobrar sobre los fondos de pensiones hasta un máximo del 2,5%, se refieren a todo el fondo, y no a sus rendimientos. Si la entidad consigue para su cliente un rendimiento bruto del 5%, que es bastante normal, se queda con la mitad de ese rendimiento (el 50%). Si sólo consigue un 2,5%, se queda con todo (el 100%). Si baja de ahí, salvo que se trate de un fondo con mínimos protegidos, le cobra al cliente lo que falte hasta completar su comisión.

Que es, más o menos, lo mismo que le pasó a mi conocido cuando tuvo que pagar la propina del portero.

Como las comisiones se cobran todos los años, si un cliente ingresa una cantidad en un fondo y la saca 10 años después, llevará pagada al banco una factura acumulada, en concepto de comisiones, que equivale aproximadamente a la cuarta parte del capital que inicialmente depositó. Eso sí, a lo que quede se le añadirán o restarán los beneficios y las pérdidas, que son partidas independientes, aunque rara vez los clientes puedan verlas por separado. De hecho, las comisiones se cobran diariamente, restándolas del valor de los productos que se hayan adquirido, y nunca aparecen como una factura fácilmente identificable.

Los bancos cumplen muchos servicios y es lógico que cobren por ello. Pero en el caso de los fondos de pensiones, que además sufren directamente la erosión de la inflación, me parece que la factura es excesiva y la oferta de alternativas, escasa. Los poderes públicos y la iniciativa privada deberían buscar conjuntamente otras fórmulas que protejan mejor los intereses de quienes, para subsistir, dependen tanto del sistema de pensiones como de sus ahorros previos.

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