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Fabricando plagas

VENTANA DE OTROS OJOS // MIGUEL DELIBES DE CASTRO

*Profesor de Investigación del CSIC

Hace pocas semanas, Miguel Ángel Criado firmaba en Público un interesantísimo reportaje sobre la lucha biológica en los invernaderos del sureste ibérico. El empleo de enemigos naturales para controlar las plagas, decía, está sustituyendo con ventaja a los pesticidas sintéticos. Era una excelente y bien documentada información, aunque quizás un detalle del texto merezca un matiz. Criado sugería que la ocurrencia de acudir a los depredadores para reducir las poblaciones que causan daños había surgido al "echar la vista al pasado", como si la mayoría de las plagas, en la actualidad, fueran frenadas por la química. En modo alguno es así.

Muchísimas especies de plantas y animales pueden constituir plagas, especialmente en las zonas de cultivo, donde abunda su alimento. Si no lo hacen habitualmente, es porque existen otras especies capaces de limitar su crecimiento poblacional. Los estudiosos estiman que por encima del 90% de las plagas potenciales no llegan a serlo, hoy día, porque lo evitan sus enemigos naturales. Ocurre, sin embargo, que no nos damos cuenta. El control biológico es uno de esos servicios ambientales, infravalorados y habitualmente no reconocidos, de los que hablábamos la semana pasada.

Podría argumentarse que, puesto que nos referimos a plagas en potencia, nunca se podrá saber si de veras llegarían a constituir un problema. Lo sabemos porque, con no poca frecuencia, lo hacen, ya que las plagas se fabrican. De acuerdo con un informe del Nacional Research Council de Estados Unidos, 24 de las 25 plagas agrícolas más importantes en California, entrando al último cuarto del siglo XX, no eran plagas antes. Habían sido creadas como consecuencia del abuso de pesticidas. El mecanismo es muy sencillo: el veneno mata a la especie dañina, pero también a muchas otras que están evitando que animales hasta entonces inocuos, por escasos, aumenten tanto su población que se tornen plagas. Si desaparecen los depredadores que ejercen el control, la plaga potencial tiene muchas posibilidades de convertirse en real.

Los venenos, en general, son más eficaces reduciendo las poblaciones de depredadores, menos nutridas, que las poblaciones de presas. Cuando se aplica un pesticida, tal vez a primera vista parezca que se ha conseguido eliminar la plaga que causaba problemas. Pero en poco tiempo esa misma plaga puede resurgir con más fuerza, u otra nueva puede aparecer, puesto que los depredadores y patógenos que las controlaban fueron eliminados con la primera aplicación. Me pregunto si se han considerado estos riesgos antes de llenar de veneno los campos de Castilla y León para acabar con los topillos.

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