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LHC: El ‘señor de los anillos’ (III)

EL ELECTRÓN LIBRE // MANUEL LOZANO LEYVA

* Catedrático de Física Atómica Molecular y Nuclear, Universidad de Sevilla

Decíamos que el CERN, el laboratorio europeo dedicado a la investigación básica del núcleo atómico y las partículas elementales, afrontaba su último proyecto: el LHC. Hora es ya de que digamos lo que significan esas siglas: Large Hadron Collider, o sea, gran colisionador de hadrones. Un hadrón es una partícula formada por otras llamadas quarks y gluones. El hadrón más famoso quizá sea el protón, el núcleo del átomo más sencillo y abundante del universo: el hidrógeno. El LHC es un anillo de 27 km de circunferencia formado por electroimanes y artilugios aceleradores. Por dos canales paralelos, circularán paquetitos de protones en sentido opuesto que, de vez en cuando, en lugares concretos, donde están los detectores, colisionarán. Cada paquetito es un hilillo muy corto y de un espesor la quinta parte de un pelo humano. Lo forman unos 100.000 millones de protones. Cuando se cruzan los hilillos sólo chocan unos 20 protones de cada uno, pero como van casi a la velocidad de la luz, se producen unas 500 colisiones por segundo. De estos estallidos surgen infinidad de partículas que hay que analizar.

Para aclararnos, piense el lector en dos relojes que, por mor del romanticismo, sean de los antiguos, de bolsillo. Se lanza uno contra otro a gran velocidad. Cuando chocan resultan destrozados y saltan piezas por todas partes. Los físicos estudian esas piezas para averiguar cómo funcionan los relojes. Cuantos más relojes destrocen, más pistas acumulan, hasta deducir el mecanismo del resorte y el áncora, porque ahí está el secreto. Este misterio, hasta ahora no encontrado, aunque muy bien conjeturado, se llama en física de partículas el bosón de Higgs. Esto es lo que se espera descubrir en el LHC, porque en los anteriores anillos no se ha llegado a una violencia de los choques tan grande como para que salte el mecanismo esencial de las partículas, la auténtica caja negra de la materia. Si se detecta, habremos averiguado uno de los mayores enigmas de la física. Además, se da la circunstancia siguiente, que hace aún más fascinante el hipotético descubrimiento.

La energía que se llegará a concentrar cuando dos protones choquen en el LHC es tal que no hay escenario natural en que se dé: sólo tuvo lugar al inicio del Universo. Así pues, es posible que estemos no sólo ante el descubrimiento del funcionamiento último de la materia, sino a punto de poder filmar el comienzo de la película que nos trajo hasta aquí. El LHC, auténtico señor de los anillos, puede no alcanzar la energía necesaria para descubrir la intimidad más discreta de la naturaleza, pero el CERN, aquél embrión de Europa que propuso el pequeño gran idealista que fue el príncipe Louis de Broglie, habrá cumplido el objetivo de unirnos en la paz, la excelencia y los sueños.

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