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Recóndita armonía

EL JUEGO DE LA CIENCIA // CARLO FRABETTI

Escritor y matemático

En 1630, Rubens, que a la sazón era un viudo de 53 años, se casó en segundas nupcias con una jovencita de 16. Poco después pintó El Jardín del Amor, un imponente lienzo de unos dos metros de alto por tres de ancho en el que un grupo de damas y caballeros lujosamente ataviados, rodeados de sonrosados angelotes, componen una bucólica escena de felicidad conyugal. Hay algo turbador en el cuadro, pues todos los caballeros se parecen al propio Rubens y todas las damas tienen las facciones de su joven esposa, como si de una fiesta de clones se tratara. Y hay otro detalle que en su día me llamó poderosamente la atención (hasta el punto de dedicarle una novela) y que nunca ha dejado de intrigarme: las cabezas de las siete damas parecen dispuestas como notas en una partitura. Y no solo lo parecen, como comprobé a partir de una reproducción del cuadro, sino que encajan perfectamente en un pentagrama y forman una armoniosa secuencia de notas (si-fa fa-si-si si-la) que, al tocarla en un teclado, me recordó inmediatamente a Vivaldi.

No he podido comprobar si esa secuencia aparece en alguna de las obras de Vivaldi (compuso más de 500 conciertos, así que sería como buscar una aguja en un pajar). ¿Pudo el maestro veneciano inspirarse en la melodía oculta en el cuadro de Rubens? ¿Pueden los músicos, de forma consciente o inconsciente, reproducir en sus composiciones pautas pictóricas? ¿O existen pautas previas que tanto los músicos como los pintores adoptan y adaptan sin darse cuenta?

En la antigua China llamaban ‘li’ al estudio de los diseños recurrentes que la naturaleza repite en los lugares más insospechados, y que a pesar de su aparente desconexión responden a mecanismos estructurantes similares. A primera vista puede sorprendernos que la disposición de los nervios de una hoja se parezca al diagrama de nuestro aparato circulatorio, pero la semejanza no es nada misteriosa, puesto que ambos sistemas optimizan la distribución de fluidos en el interior de sendos organismos simétricos.

¿Es trasplantable el concepto de ‘li’ al terreno del arte? Peter Rubens y Antonio Vivaldi fueron casi contemporáneos, y entre ellos se dieron notables coincidencias: ambos murieron a los 63 años, fueron sumamente prolíficos y vitales hasta el final, y los dos se enamoraron de sendas jovencitas que podrían haber sido sus nietas. A Vivaldi lo llamaban il Prete Rosso. Una simple metátesis convierte Peter en Prete, y Rubens significa rojo. In nomen omen (el nombre marca el destino), dice un antiguo proverbio latino.

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