La ciencia es la única noticia

Sueño y realidad

EL ELECTRÓN LIBRE //MANUEL LOZANO LEYVA

*Catedrático de física atómica molecular y nuclear de la Universidad de Sevilla

Que mi vecino de columna de los miércoles, don Bermúdez de Castro, perdone mi osadía y me corrija si es el caso, pero tengo por cierto que fue una mujer quien descubrió el modo de hacer fuego. Amamantar a un niño, abrigarlo y preparar la comida da alas más ágiles a los sueños que andar de correrías tras los animales para cazarlos. Cuando el hombre prehistórico observó fascinado el logro de su mujer, le dijo con los ojos brillando por las llamas: "¡Ahora vamos a inventar la locomotora!". La mujer miró al cielo sonriendo y moviendo la cabeza resignada.

Desde la época de las cavernas hasta ahora, cada avance científico o tecnológico nos ha hecho soñar con cómo nos iba a facilitar la vida en el futuro. Estas ensoñaciones, motor risueño y poderoso del devenir humano, han ido casi siempre demasiado por delante del realismo práctico. Pero lo que ha caracterizado al siglo XX ha sido el acortamiento entre los descubrimientos y sus aplicaciones. Hace apenas 10 años se clonó el primer mamífero, la oveja Dolly, y éste podía ser, forzando el símil, el método para encender fuego. El sueño, o sea, la locomotora, es la medicina regenerativa por trasplante celular basada en el cultivo de células madre específicas de pacientes con graves enfermedades. Casi nada. Lo exagerado de la comparación no está en que las etapas a cubrir entre domeñar el fuego y construir locomotoras sean tan numerosas y arduas como las que hay entre la oveja Dolly y los futuros servicios de Terapia Genética de los hospitales de la Seguridad Social. No, la diferencia respecto a toda época anterior está en que ahora se tiene tal fe en la ciencia y la tecnología que la humanidad las organiza con tan extraordinaria eficiencia que esas etapas se pueden superar en breve tiempo. No toda la humanidad, obviamente, pero sí muchas de sus sociedades más abiertas y entusiastas. Aún no se sabe cómo diferenciar las células troncales (si una en concreto va a terminar como componente del hígado o del dedo gordo del pie); tampoco se sabe si una vez trasplantadas al paciente las células deseables, éstas van a hacer lo que deben o se van a desmadrar provocando tumores y cosas así; ni si van a sobrevivir un tiempo razonable. Ignoramos un sinfín de cosas más, pero en estos 10 años se han conseguido tales éxitos que podríamos decir que nos hemos plantado ante la máquina de vapor, por lo que el sueño de la locomotora no está demasiado lejano.

Así pues, todos deberíamos estar contentos e ilusionados, aunque, como casi siempre, haya nubarrones que amenazan el panorama: las creencias religiosas y el conservadurismo político (lo mismo da) en algunas de esas sociedades tratan de poner el freno en la boca de este caballo del progreso. Sonriamos, porque más a la corta que a la larga el bello corcel va a galopar.

Más Noticias