La ciencia es la única noticia

Acuerdo de caballeros

VENTANA DE OTROS OJOS // MIGUEL DELIBES DE CASTRO

*Profesor de Investigación del CSIC

A mediados de junio de 1858, Darwin fue dolorosamente sorprendido al constatar que Wallace había escrito en tres días las ideas que él llevaba 20 años rumiando. No sabía qué hacer. Le disgustaba tanto renunciar al crédito que creía merecer como pasar por un oportunista ante sí mismo y la sociedad. Un gentleman sabe perder y lo demuestra, por injusta que considere su derrota. "Siempre pensé que podrían anticipárseme, pero suponía que iba a tener la grandeza de espíritu suficiente para que no me importara", escribió, expresando quizá más deseos que realidades.

No se conocía bien. Le importaba, y mucho. Sus amigos el geólogo Lyell y el botánico Hooker le ofrecieron hacerse responsables de una salida honorable y se puso en sus manos. "Estaba bastante resignado y tenía hecha media carta a Wallace renunciando a toda prioridad, que habría enviado de no haber sido por su intervención", les dijo agradecido. Aprisa y corriendo, los dos influyentes colegas decidieron presentar en una reunión extraordinaria de la Linnean Society unos escritos antiguos de Darwin, no pensados para hacerse públicos, junto al manuscrito de Wallace. La sesión se celebró el 1 de julio de 1858 y el tema se abordó con una entradilla que comenzaba: "Estos caballeros han concebido, independientemente, y en la ignorancia el uno del otro, la misma ingeniosa teoría (...), ambos pueden reclamar honestamente el mérito de ser los pensadores originales...". La comunicación pasó prácticamente inadvertida, para sorpresa de Darwin, que temía un terremoto científico y social. "Esto demuestra la necesidad de que cualquier punto de vista nuevo se explique con el debido detalle", escribió años después, justificando su incesante búsqueda de pruebas y argumentos.

La presentación ante la Sociedad Linneana, nacimiento oficial de la teoría de la selección natural, ha sido tildada de "acuerdo de caballeros". Pero fue un acuerdo, cuando menos, pintoresco, pues el protagonista que desencadenó la crisis ni supo que lo había hecho, ni pudo ser consultado, ni conoció hasta mucho después la solución alcanzada. Darwin, y quizás también sus amigos, temían la reacción de Wallace, que fue exquisita. En su autobiografía, anotó: "Darwin y Hooker me escribieron del modo más cortés y amable para informarme de lo que se había hecho, esperando mi aprobación. Por supuesto, no sólo lo aprobé, sino que pensé que me habían concedido más honor y crédito del que merecía, colocando mi intuición repentina (...) al mismo nivel que los largos trabajos de Darwin". Claro que a Darwin le preocupaba la gloria y a Wallace, principalmente, la manera de ganarse la vida. Tal vez por eso escribió, entusiasmado, a su madre: "Han leído mi ensayo ante la Linnean Society. Eso me asegura el reconocimiento y la ayuda de estos hombres eminentes a mi vuelta a casa".

Más Noticias