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Las vacaciones del científico

EL ELECTRÓN LIBRE // MANUEL LOZANO LEYVA

* Catedrático de física atómica molecular y nuclear de la Universidad de Sevilla

Los jóvenes que dirigen y mandan en este periódico nos comunicaron con alborozo que en agosto no teníamos que escribir estas columnas, o sea, que nos daban vacaciones. La cuestión es: ¿los científicos disfrutan de vacaciones o trabajan de otra manera? A muchos compañeros míos, y desde luego a mí, cuando alguien cercano nos reprende el remoloneo excesivo en siestas y despertares nos defendemos diciendo que estamos trabajando. Por ejemplo, no me cabe duda que si al socio de la columna de los viernes, il signore Frabetti, le pillaran frito en mitad de su jornada, clamaría a modo de excusa que un matemático durmiendo y un matemático pensando son indistinguibles. El colega de la columna del lunes, el de apellido célebre e ilustre, me contó en una ocasión algo delicioso de su insigne padre. Escribían un libro al alimón y don Miguel menospreció algo de lo que había escrito su hijo. Éste protestó quejándose amargamente de que aquello le había costado horas de sueño. El padre, hombre ya mayor víctima de duermevelas artríticos y pesadillas estériles, mostró su nostalgia exclamando: "¡Oh, dulces insomnios creativos!".

Don Bermúdez de Castro, el de los martes, tuvo a bien mostrarnos a los demás y los aludidos jóvenes los yacimientos de Atapuerca. Entre las múltiples fascinaciones que nos produjo la visita, destacó al menos en mí una en particular. Sentado en una silla de plástico estaba un arqueólogo veterano que nos saludó amable y lacónicamente. Miraba con atención reconcentrada a ratos y distraídamente después, un muro de sedimentos perfectamente regular y plano que no distaba más de un metro de él. Lo observé desde distintos puntos y doy fe que fueron horas el tiempo que permaneció de aquella impertérrita guisa. Aunque tenía un cuaderno sobre sus muslos no vi que en ningún momento anotara algo. Le pregunté a nuestro anfitrión y se encogió de hombros diciendo que estaría ideando algún modelo o estrategia de excavación. O sea, que estaba echando el jornal.

Los científicos, como los literatos y artistas en general, trabajamos en todo momento y de cualquier manera. Distinto es cumplir con los compromisos. Solemos dar clases, seminarios y conferencias, todo lo cual es a fechas fijas y horas determinadas. Rematar los artículos profesionales en cuanto consideramos publicables los resultados obtenidos, es algo a lo que nos presionan sin pudor ni piedad los miembros jóvenes de los equipos de investigación. Solicitar financiación a los organismos públicos rellenando formularios y redactando tediosas memorias hay que terminarlo exactamente cuando dice el BOE. Y el límite de tiempo para entregar esta columna semanal es sagrado. De esto es de lo que nos liberan los zagales de Público, por lo que sean bienvenidas las vacaciones para que los científicos al fin podamos trabajar. 

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