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Inconsistencias

DE PUERTAS ADENTRO // MARÍA ÁNGELES DURÁN

La edad es un hecho biológico, pero el modo de vivirlo es social. La Real Academia Española sitúa la juventud entre la niñez y la edad adulta, pero los límites son inciertos porque los factores sexuales, legales y económicos siguen ritmos distintos. En los países económicamente desarrollados la mayoría de edad se fija en 18 años, pero la legislación es heterogénea respecto a la edad de conducir, responsabilidad penal, beber o comprar alcohol, la educación obligatoria, relaciones sexuales consentidas, tratamientos e información anticonceptiva, y un largo etcétera. Algunas organizaciones tratan de que los límites se anticipen (para conducir o acceder a tratamientos sexuales), o retrasen (ejercer la prostitución).

En cuanto a la edad de madurez sexual, se anticipa. Estudios realizados por C. Bernis en la Universidad Autónoma de Madrid sobre la primera menstruación de las niñas (menarquia) muestran que a mayor nivel socioeconómico, más precoz resulta. Se produce entre los 10 y los 14, a una edad media de 12,5 años. Aumentan las niñas de 10 a 14 con capacidad -y riesgo- de quedarse embarazadas. Algunos estudios fijan en 17 la edad media de iniciación a la vida sexual, uno menos que la mayoría de edad. Si la inconsistencia entre madurez biológica y mayoría de edad legal crea desajustes sociales, más conflictivo es el retraso de la madurez económica respecto a la legal. Entre los 16 y los 19 años no llegan al 40% los que tienen empleo. Entre los 20 y los 24 (EPA, tercer trimestre 2007), sólo el 60% están ocupados. El 30% sigue estudiando y esta proporción tiende a aumentar. Un 10% busca empleo sin conseguirlo. De los que tienen empleo, la mayoría sigue dependiendo económicamente de su familia.

España es un país de emancipación tardía, que tiene sus efectos más visibles en el retraso de la independización domiciliaria. Entre los 18 y los 34 años, todavía el 60% de los jóvenes reside en la vivienda familiar y la mayoría recibe la manutención y el alojamiento gratuitamente de sus padres. Se suman factores económicos (dificultad de acceso al empleo, carestía de la vivienda) con conductas intergeneracionales muy liberales y solidarias dentro de los hogares. Los jóvenes inmigrantes acceden al empleo más temprano e incluso desempeñan frecuentemente el papel de ayuda económica respecto a sus familias de origen. Si la madurez biológica se alcanza como media a los 12 años (las niñas) o a los 14 (los niños) y sin embargo la autonomía económica llega hacia los 30, los jóvenes han de vivir durante casi dos decenios en una situación de inconsistencia social. Este problema no lo resuelve el sistema productivo, sino que se deriva hacia los hogares. En esto, como en tantas otras cosas, los conflictos estallan en el interior de las familias y las soluciones han de inventarse cada día de puertas adentro.

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