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La amante de Schrödinger

EL ELECTRÓN LIBRE // MANUEL LOZANO LEYVA

Uno de los misterios de la historia de la literatura es la identidad de la amante de Shakespeare. Escritores e historiadores han indagado en el entusiasmo sexual del ínclito dramaturgo desfogado por mesoneras, putas y casquivanas de toda alcurnia. Pero casi tanto afán y tinta han consumido en desentrañar, sin éxito, quién fue la mujer que Shakespeare amó intensamente y que fue trasunto de Cleopatra, Lady Macbeth y Julieta al mismo tiempo. En la historia de la ciencia hay un caso parecido aunque pocos le hayan prestado mayor atención. Sostengo que la inspiración de la misteriosa mujer tuvo consecuencias tan relevantes como en el caso del inglés. Se trata de la amante de Schrödinger durante la Navidad de 1925.

La mecánica cuántica fue obra de muchos genios, pero seguramente el arquitecto que ideó el edificio fue Erwin Schrödinger. Estudió filosofía, literatura y lenguas muertas por amor a la belleza, lo cual también le impulsó a escrutar la nueva física del átomo, así como a toda mujer bella que se le cruzara. Lo hizo todo tan profunda y apasionadamente que terminó siendo un formidable amante en serie y recibiendo el premio Nobel de Física. ¿Qué hizo un exaltado amante de la belleza ante la irrupción del nazismo en su país? Sin ser judío y habiéndosele ofrecido altos cargos, Schrödinger respondió largándose de Alemania.

La esposa de Schrödinger, Anne Marie Bertel, fue singular: no sólo soportaba sus aventuras eróticas, sino que participaba en muchas de ellas. Cuando Schrödinger inició su peregrinaje de exiliado por Oxford, Madrid, Gante, Roma, terminando en Dublín, donde el presidente Eamon de Varela le había ofrecido un Instituto de Estudios Avanzados, dejó perplejas a sus audiencias. Por una parte hacía sus delicias hablando en el idioma apropiado, incluido el español sin acento, de los temas más insospechados aparte de física. Pero por otro lado escandalizaba el hecho público y notorio de que su mujer y su amante le acompañaran y vivieran juntas con él.

Aunque trabajó en infinidad de aspectos de la física, a Schrödinger se le conoce por ser el autor de, posiblemente, la ecuación más bella y profunda de la historia. Gobierna la evolución en el espacio y en el tiempo de la función que describe un sistema cuántico. Está documentado, por dos cartas que escribió Schrödinger a su amigo Einstein, que la descubrió en el romántico hotel de Arosa, en los Alpes suizos, durante las vacaciones navideñas que pasó con una mujer de la cual nadie sabe su nombre. ¿Por qué ocultó Schrödinger precisamente aquel idilio? No se sabe, pero puesto que a él sólo le interesaba la ciencia en cuanto a la belleza que mostrara, ese amor secreto es tan sugerente como el de Shakespeare.

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