La ciencia es la única noticia

El códice Voynich

TEXTOS SECRETOS // SOFÍA TORALLAS

* Investigadora del Instituto de Filología (CSIC)

No menos prodigioso que el lenguaje del ser humano es su capacidad, desarrollada muy temprano en la historia, de convertirlo en signos que, pintados o inscritos sobre una superficie, desafiaban a las coordenadas del tiempo. El acto de hablar dejó de requerir la presencia simultánea de los dos extremos de la comunicación. Y de este modo, milagrosamente, nos llegan las voces de la Antigüedad, a menudo en códigos indescifrables.

Uno de estos misterios encriptados es el códice Voynich, que apareció por primera vez en la corte del emperador Rodolfo II de Bohemia, en el siglo XVI, y pasó de mano en mano, de alquimistas a aristócratas, hasta llegar a su residencia definitiva en la Universidad de Yale. Se trata de un manuscrito en pergamino bellísimamente ilustrado, única pista para conocer su contenido botánico y astronómico. En un intento de romper el duro código secreto se han postulado muchas y diferentes teorías.

Se ha propuesto que fueran cartas secretas entre rebeldes ucranianos escritas en una lengua protoeslava encriptada, se han hecho índices de frecuencia de aparición de palabras y posibles sufijos, todo ello sin resultado alguno. Quien quiso tirar la toalla lo tachó de falsificación, unos dicen que a manos de un culto cátaro de seguidores de Isis, otros que de manos de los propios comerciantes, pero contra esta acusación se puede argüir que el texto cumple una ley postulada por Zipf en 1935, que estudia la frecuencia de aparición de las palabras más frecuentes en el lenguaje humano y su relación unas con otras, y que certifica que el texto no es artificial. El códice Voynich es un ejemplo más de los misterios que nos guardan las voces que duermen en silencio desde la antigüedad.

En torno a ellas, filólogos, expertos en criptografía y charlatanes se debaten en busca de las claves del enigma.

Más Noticias