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Aznar y los científicos

VENTANA DE OTROS OJOS // MIGUEL DELIBES DE CASTRO

* Profesor de investigación del CSIC

Otra vez arriba y abajo con la evidencia científica del cambio climático... ¡qué hartazgo! Concedamos un voto de confianza a Aznar. Tal vez se dejó engañar ingenuamente con lo de las armas de destrucción masiva de Sadam Hussein (recuerden que estaba bien orquestado: vimos fotos de los depósitos, las rampas de lanzamiento, etc), y ha decidido que a un tipo como él no se le engaña dos veces. "¿Que Bush admite ahora que la Tierra se está calentando? ¡Entonces seguro que es mentira!". Ya ven, para que luego digan que el hombre es el único ser que tropieza reiteradamente en la misma piedra. Aznar, no.

Ahora bien, eso no tiene nada que ver con la ciencia. Si Aznar prefiere creer que el calentamiento del planeta es una falacia, está en su derecho a hacerlo. También podría pensar que los murciélagos son aves, que las bodas en un palacio valen doble, que los ríos que llegan al mar son ríos perdidos e, incluso, que los ecologistas se creen elegidos y él, en cambio, no. Los científicos dicen lo que dicen (IPCC 2007: el calentamiento es cada vez más rápido; en los últimos 100 años, el calentamiento global medio por década ha sido de 0,074ºC; en los últimos 50 años, de 0,128ºC; en los últimos 25 años, de 0,177 ºC; existe una confianza muy alta –equivalente a más del 90%- de que el efecto neto medio mundial de las actividades humanas desde 1750 ha producido calentamiento), mas uno puede admitirlo o no. Es perfectamente lícito. Lo que no sirve es engañar sugiriendo que los científicos no saben lo que dicen o no pueden decir lo que saben (se ha denunciado que las grandes revistas científicas cierran sus puertas a los investigadores que niegan el calentamiento del globo; no necesito aclarar que habitualmente rechazan mis manuscritos en Science, y que eso me disgusta, pero pienso que no alcanzan el nivel exigido, no que exista un complot universal para silenciarme).

Aznar y el presidente checo Václav Klaus podrían haber dicho, y en ese caso tendríamos poco que objetar, que los científicos cambian de opinión (es parte de su trabajo), que yerran a veces, y que otras, incluso, son víctimas de engaños tan burdos como el de las armas en Irak. Todo eso es cierto. Hasta hubieran quedado bien diciendo que prefieren que los científicos se equivoquen en este asunto, que ojalá no existan riesgos ambientales, el lince ibérico goce de buena salud y esté mal medido el nivel del mar. A mí también me gustaría. Alguien ha subrayado esa paradoja de los investigadores del medio ambiente: humanos al fin, formulamos predicciones oscuras con el deseo íntimo de que no se cumplan.

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